Hace exactamente un año, las redes sociales temblaron sus cimientos con un acontecimiento que había conmocionado la narrativa televisiva cada 108 minutos. Seis años antes, tras una primera temporada fascinante y una audiencia sin grandes alardes, la pregunta se extendía como la pólvora: “¿Por qué John Locke puede andar?” Cada capítulo nuevo arrastraba más y más espectadores frente al televisor. Los pobres inocentes ansiaban respuestas a las preguntas planteadas, cuando, en realidad, obtenían nuevas preguntas: ¿Quiénes son ‘los otros’? ¿Por qué vemos al padre de Jack? ¿Tiene Walt poderes psíquicos? ¿Qué extraño hechizo ejercen los números de Hugo y por qué me los sé de memoria (4, 8, 15, 16, 23 42)? ¿Quién construyó la escotilla? ¿Osos polares? ¿A quién quiere Kate? ¿De qué lado está Benjamin Linus? ¿Qué es la isla? ¿Están todos muertos? …
El caso es que hace un año, después de seis temporada de ‘Perdidos’, el final había llegado. La serie, que había culminado en un evento cultural gracias al efecto ‘pásalo’, emitía su último episodio a la misma hora, a las seis de la mañana, en todo el planeta. Miles de ‘frikis’ legañosos nos levantamos con la esperanza de zanjar las infinitas preguntas que aún quedaban en el tintero. Esperábamos, una vez más, inocentes, un final de revolución.
Pero nunca llegó.
Ayer me acordaba de esta efeméride justo antes de marchar hacia mi colegio electoral. Pensé en la capacidad tan enorme de movilización que puede generar Internet. Ya sea con algo tan nimio y pasajero como una serie de televisión o con una #spanishrevolution. Pensé en la enorme frustración que sentí cuando terminó el último capítulo de ‘Perdidos’ y descubrí que no habían cumplido las expectativas. Pensé, por un momento, qué perdida de tiempo sería tanto Twitter y tantas acampadas si luego, a la hora de la verdad, nos conformamos con lo que haya.
Qué curioso. ‘Perdidos’ fue la primera serie que triunfó gracias a las descargas por Internet y a las páginas tipo seriesyonkis. Las mismas páginas que extendieron el mensaje que aún hoy sigue de slogan: #nolesvotes. ¿Fue John Locke el origen de todo esto? Esa pregunta la dejamos para otro día.