La televisión es un mundo intermitente. Nunca sabes qué va a pasar. El programa diseñado para el éxito mundial puede resultar un fracaso, y viceversa. Supongo que todo depende de las distintas versiones, de los distintos universos conformados en la linea espacio-tiempo que brotan cada vez que cualquier elemento capaz toma una nueva decisión, adopta una postura que entra en crisis con lo establecido o dibuja un vector ajeno en el plano de la consciencia colectiva.
‘Fringe’ nació como la versión alternativa de ‘Expediente X’, cambiando la curiosa pareja de Mulder y Scully por un trío carismático: Olivia Dunham y Walter y Peter Bishop. Empezó muy bien, con buenas cifras de audiencia en todo el mundo. Pero el paso de un capítulo tras otro, autoconclusivos, sin ahondar en la trama principal, hizo que llegara un bajón en el interés del público relegándola, casi hasta la fecha, a una situación de crisis.
Una crisis que amenazó, en numerosas ocasiones, con la cancelación de la serie. Y, miren ustedes por dónde, una vez más, Internet hizo su trabajo. Ha sido un fenómeno con ciertas reminiscencias a lo que sucedió con ‘Perdidos’. Este diálogo era muy habitual:
-¿No ves Fringe?
-No, vi once capítulos de la primera temporada…y me cansé.
-Ya, tío. Pero es que, justo a partir de ahí, mejora muchísimo.
-No sé…
-En serio: el final de la primera es brutal, la segunda es brutal y la tercera te deja con el culo torcido. Y, además, está Walter Bishop.
Walter Bishop, uno de los mejores personajes de la televisión moderna que, al igual que Benjamin Linus, es clave en la llegada del inesperado éxito. Sí, puede que ‘Fringe’ sea un producto de, por y para frikis. Así que ya saben: conviértanse.