Como suele ser habitual, la cola para comprar entradas se bifurcó en dos. Una por cada taquillera disponible. Nosotros fuimos rápidos, pedimos asientos, sala y en un pispás teníamos fabricados los tickets. Sin embargo, en ese espacio de tiempo, una pareja, un chico y una chica, se rebanaban los sesos para decidir en qué gastaban sus ahorros. Después de cuchichear un poco, él decide cortar por lo sano y le lanza la pregunta a la taquillera, como si quisiera quitarse el marrón: “¿Oiga, ‘La deuda‘, qué tal es?”
La del cine, siempre sonriente, se ve de repente entre la espada y la pantalla. Con un entrañable “pueee-e-e-es…” alarga el tiempo de espera para crear la respuesta adecuada. Claro, pensé yo, es que menuda guarrada tener que responder a eso. Imagina que no te ha gustado o que no la has visto o que, peor, no tienes ni idea de qué va la película en cuestión, ¿qué respondes? En fin, cuando parecía que iba a dar su veredicto, el chaval la interrumpió después de un codazo de su novia: “Bueno, vale, y de ‘Lo contrario al amor’, qué dice la gente, ¿está gustando?”
Los sudores de la buena taquillera se multiplican. “Yo creo que sí, pero no sé, a ver, depende de…” Fue entonces cuando yo, que tengo un afán de protagonismo desmesurado, me intercalé en la conversación: La deuda, tío. “¿Sí?”, pregunta. Que sí, hombre. Está muy bien, entretenida y te mantiene en vilo todo el rato; además, la otra no tiene nada y es una… Justo cuando iba a utilizar alguna palabra tan rimbombante como cruel, la chica tomó la palabra, con un cabreo monumental: “Ya, eso lo dirás tú”.
Entonces, mientras el chico compraba las entradas para ‘La deuda’ y la chica me deseaba la peor de las muertes -“casi lo tenía”, parecía pensar-, descubrí el pastel. Menudo marrón para la taquillera y qué atrevida es la ignorancia. Ella, la del cine, sabía que pensara lo que pensara era mejor no meterse. Y puede que por eso, entonces, sonreía relajada. Pero bueno, así le quité el mal trago de encima. Con lo majas que son.