Eva (y II)

Si quisiera construir el robot perfecto, lo haría bueno. Me empeñaría en instalar programas de alegría, optimismo, cariño y generosidad. Le implantaría los plugins necesarios para que fuera trabajador, detallista y humilde. Para que honrara sus ideales, amara a sus hermanos y luchara por los indefensos. Claro que, si el objetivo fuera construir un robot humano, recrear el alma, buscaría errores. Imperfecciones.

‘Eva’ es una película de ciencia ficción. Y es española. Dos acepciones que no suelen funcionar juntas y que Kike Maíllo, en un ejercicio de alquimia emocional, unifica con sobriedad. El director nos ofrece un cuento que bebe de las teorías de Asimov, las lágrimas en la lluvia de Ridley Scott, la memoria y las ensoñaciones de Spielberg y el drama bíblico de Caín y Abel, similar a la ‘Brothers’ de Jim Sheridan. Un compendio de inspiraciones que construyen una muy decente película de género con una reflexión que clama una respuesta: ¿Se puede diseñar el alma humana? Y, lo que es más importante, ¿lo haría?

Álex (Daniel Brühl) vuelve a casa después de diez años en el extranjero. Es un genio de la inteligencia artificial y, su regreso, tiene un objetivo claro: terminar un proyecto que dejó aparcado, el primer robot libre. Para construirlo utilizará de modelo a Eva (Claudia Vega), la hija de su hermano (Alberto Amman) y de Lana (Marta Etura).

La cinta de Maíllo es recomendable guste o no guste la ciencia ficción. Además, es una apuesta española, una vía de escape a los productos más tradicionales de la tierra que merece el respaldo de la taquilla. Sin embargo, ‘Eva’ tiene dos problemas que bajan un poco la nota: el guion, pese a ser rico en referencias e invitar al diálogo posterior, es, me pareció, muy previsible. Y, por otro lado, el ritmo pausado que hace que parezca mucho más larga de lo que es (90 minutos).

En cualquier caso, la experiencia de ‘Eva’ se dilata más allá de su metraje. Disfrutarán con la charla.