José Luis Sampedro, gracias

“Tienes el derecho a vivir la vida. Y también el deber de hacerlo”. Pronunciar frases así no está al alcance de cualquiera. Ni siquiera para los que tienen -o creen tener- talento. Para ejecutarla como es debido, marcando los golpes apropiados de voz, la resonancia de las consonantes, la musicalidad de la verdad que esconde, hay que tener pliegues en las arrugas. O llevar 94 años tecleando palabras propias en bocas de otros. Imaginando mentiras que ilustran la verdad. Emocionando con un universo tan rico como cercano; tan real como afectivo.

Tal vez leí a José Luis Sampedro demasiado pronto. Pero, pese a la ignorancia y la imprudencia, ‘La sonrisa etrusca’ y su profético mensaje me dejaron marcado. ¿La han leído? Es preciosa. No recuerdo una palabra literal de la novela, pero es pensar en ella y mi mente crea una compleja imagen rica en detalles: un anciano pasea por el pasillo, el suelo cruje, suena el viento, abren la puerta, la Rusca cuchichea, una estatua sostiene el tiempo, pasa de todo, no pasa nada y pasa la vida.

Me alegro, muchísimo, de que Sampedro sea Premio Nacional de las Letras Españolas. Lo que me cuesta entender es cómo tardaron tanto tiempo en darse cuenta de que lo merecía. Para todos los que aspiramos a vivir de las historias es imprescindible leer ‘Escribir es vivir’, en el que relata cómo concibe el proceso creativo. Estoy absolutamente convencido de que varias generaciones de creadores lo usan como libro de cabecera. Incluidos, claro, cineastas.

Entiendo que si han llegado hasta aquí, a esta columna, lo más probable es que -perdonen la osadía- prefieran ver una película a leer un libro. Es pura estadística, no es nada personal. Pero si, les vale de algo una recomendación muy especial, vayan a su librería y pregunten por ‘La sonrisa etrusca’. Creo que, con el tiempo, también se lo agradecerán.