Hitchcock tenía razón: estamos rodeados. Un esguince de tobillo me ha obligado a pasar las últimas semanas postrado frente a la ventana, viendo la vida pasar. Desde el primer día de reposo me hice con el salón de casa –es mi reino, mi sofá– y me dejé sorprender por eso que sucede a tu alrededor cuando tú no estás. Es algo que me fascinó desde pequeño, cuando te ponías malo y te quedabas en casa viendo ‘El vuelo del navegante’ o cualquier otra película grabada en Beta. Eso de percibir el hogar como un lugar completamente distinto: ruidos que no tenías catalogados, llamadas a horas inesperadas, vecinos que entran y salen del edificio a los que ni siquiera ponías cara. Incluso la luz, la luz también sabe distinta. Es como si vivieras en un universo paralelo de Fringe.
Y, como les decía, por fin entendí el mensaje del bueno de Alfred: nos hemos convertido en observadores impotentes. Lo de estar en una silla de ruedas o tumbado en el sofá es una metáfora efectista. Lo que importa es que vemos migas de pan en el suelo y apartamos la mirada, con la esperanza de que otro vea la escoba. No sé si me entienden. Hablo de Internet. Mi particular ventana indiscreta. Las redes sociales ya son mucho más que un patio de comunidad en el que cotilleamos las desgracias del otro. Son otra cosa. Otra cosa mucho más relevante. Son verdad.
A través de Twitter he fisgoneado, mediante usuarios que ni siquiera conocía, el macabro asesinato de Toulouse. He presenciado cada acto de los candidatos a las presidencia andaluza. He lamentado el pasotismo mayoritario ante las elecciones. He aprendido qué era lo que movía las conversaciones en el mundo real, dónde está Boswana y cómo se caza un elefante. Todo sin levantarme del sillón.
Y en eso estoy ahora. En levantarme del sillón y apagar de una vez el puñetero ordenador para sentir, durante diez horas seguidas, la intensa luz del sol que da en el salón de dos a cuatro del mediodía. En salir a la calle y disfrutar de una ignorancia que no puede actualizarse con F5. En seguir saltando el eje.
Estamos de vuelta.