La obsesión de Sara Montiel

La gran obsesión de Sara Montiel fue ser fiel a Sara Montiel. La actriz escribió, a fuerza de sangre y sudor, su propio personaje: una emperatriz del escenario que jugara un papel protagonista y siempre llamara la atención de las cámaras; una perenne concursante de Gran Hermano. La telebasura, precisamente, emborronó los inicios glamourosos y la cúspide faraónica, por tertulias hirientes, cansinas y machacantes. Todo por seguir saliendo, a toda costa, en la crónica rosa. Una víctima de su personaje.

Pero sería injustísimo recordar a Sara Montiel como una caricatura más de la sobremesa moderna. Precisamente este pasado fin de semana, el suplemento de Corazón del periódico ofrecía un completo reportaje desgranando los 85 años de la actriz y cantante (por cierto: no es la primera vez que dedica páginas a un personaje días antes de morir…). Y basta un rápido vistazo por su álbum de fotos para llegar a la conclusión de que es uno de los grandes mitos del cine español. Gary Cooper, James Dean, Marlon Brando, Hemingway, Mihura… Una extensa lista de nombres que cayeron en el hechizo de Montiel.

Aún así no puedo quitarme de la cabeza la imagen de sus últimos años. ¿Les pasa igual? Supongo que me falta la experiencia de los que supieron que ella fue mucho más de lo que es hoy, por ejemplo, Penelópe Cruz. «Penélope podría acercarse a lo que fui, pero no canta y cuando lo hace desafina», dijo la manchega. Para mí, como para tantos otros, la idea de Montiel no es romántica. Ni idílica. Ni pasa por un fotograma. Y creo que esa es una de las grandes lecciones que todos los que venden su fama a costa de su vida deberían aprender: no estropeen su talento.

Es todo lo contrario a lo que vimos en ‘Searching for Sugarman’, donde Rodríguez se esfuerza por su vocación y no por la fama. No tardaremos mucho en ver un biopic de Sara Montiel (ella pidió que la interpretara Jennifer López). Quién sabe, para entonces, tal vez, ya hayamos olvidado su etapa más gris, alejada del blanco y negro que la hizo brillar.

Por otro lado. Esta controvertida vida de sus últimos años le dará más páginas y minutos que a Mariví Bilbao, Bigas Luna, Jess Franco o la propia Margaret Thatcher.