Assange, Jobs, Zuckerberg y la teoría de los recuerdos digitales

En febrero de 2006, Steve anunciaba el lanzamiento del nuevo MacBook Pro, Julian inauguraba Wikileaks y Mark permitía que los adolescentes entraran a Facebook. En 2010, David Fincher estrenaba ‘La Red Social’ y, tres más tarde, llegaban ‘Jobs’, de Michael Stern, y ‘El Quinto Poder’, de Bill Condon. Esto es un caso perfecto de lo que yo llamo ‘La teoría de los recuerdos digitales’. A saber:

Hasta hace, digamos, diez años, usted salía de viaje y sacaba su cámara de fotos en los momentos puntuales. Es decir, únicamente cuando la imagen que tenía delante de sus ojos merecía ser recordada. O, también, cuando posaba con su grupo de amigos y pensaba: «esta la pondré en el salón de casa, en un precioso marco que me regaló mi tía». Terminaba el viaje, sacábamos la ropa de la maleta, ordenábamos la rutina y, un día, llevábamos el carrete a revelar. Después nos sentábamos en el sofá y pasábamos, una a una y con cuidado de no poner el dedo encima, los recuerdos satinados.

¿Qué pasa ahora? La cámara es un apéndice más de nuestro cuerpo. Hacemos fotografías a todo y a todas horas y, un segundo más tarde de hacer ‘click’, vemos la imagen, hacemos zoom sobre ella, la envíamos a los amigos y la dejamos guardada en algún disco duro. El recuerdo es instantáneo. Algo que, creo, también debe afectar a los niños, ya que están viendo fotografías suyas desde que tienen uso de razón.

No nos podemos extrañar de que tres personajes a los que la Historia aún no ha juzgado tengan ya películas biográficas. Es un vicio, creo, muy peligroso. Tanta rapidez puede corromper la perspectiva y tornar realidad lo que fue, a todas luces, ficción. Y viceversa. De todas formas, por mucha tecnología que haya, las fotografías que importan siguen siendo las que llegan al salón de casa. Esas merecen la película.