Al filo del mañana

Lee como si fuera la primera vez y, sin embargo, usted y yo ya nos conocemos. Deje que se lo demuestre, esto es lo que va a pasar: tras abrir esta página mis palabras se colarán en su cabeza, como un rayo de sol al amanecer. Tanteará los párrafos con la ingenuidad del niño que inicia su primer día de clase, buscando la trampa, la doble lectura, el truco. Pero no hallará nada. Entonces decidirá volver a leer la primera frase y, por fin, escuchará atentamente lo que nos espera:

La taquillera le sonreirá en cuanto pague la entrada de ‘Al filo del mañana‘, el último trabajo de Doug Liman (‘El caso Bourne’) protagonizado por Tom Cruise (‘Oblivion’) y Emily Blunt (‘Looper’). Se sentará en una butaca que le resultará más cómoda de lo habitual. El olor a palomitas se disipará en un momento, en cuanto terminen los tráilers y descubra que una guerra se avecina. Puede que le parezca que todo sucede en un abrir y cerrar de ojos, pero pasará más de dos horas sentado en esa cómoda butaca, vibrando con una dosis pura de la mejor ciencia ficción.

Una película que abruma al espectador tanto como a su protagonista para, llegado el momento exacto, el instante atemporal, dejarle libre y que sienta el miedo. El miedo que nos hace temer la pérdida, nos vuelve inseguros, destroza los pilares y abofetea lo establecido. El mismo miedo que invita a arriesgar para ganar, a abandonar la rutina y la apariencia. El miedo sin el que no podríamos hallar el valor.

¿Cuántas veces deseó una nueva oportunidad? ¿Cuántas veces recreó el ridículo que hizo pidiendo una cita de esa manera tan pobre, cuántas buscó el ‘control z’ para aprovechar el último tren, cuántos errores le hicieron aprender a golpes? Y cuántas veces deseamos ser un Bill Murray que despierta en la misma cama, el héroe de una guerra en ciernes, la pastilla azul de un Morfeo impaciente.

Entonces abrirá los ojos, volverá a este texto y entenderá de lo que estamos hablando. Descubrirá que tenía razón, que ‘Al filo del mañana’ es una gozada que no debería terminar nunca y que está dispuesto a olvidar todo lo que sabía sobre la película. Que quiere leer, otra vez, como si usted y yo no nos conociéramos. Pero no será la primera vez. Ni la última.

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