Hay una conversación que me encanta. Suele empezar con que alguien dice que ya ha visto, por fin, el último capítulo de ‘Juego de Tronos’. Entonces, otro que no lo ha hecho, suplica silencio, que nadie diga nada, ojito con los spoilers y tal. Lo curioso es que siempre –siempre– aparece un tercero en discordia que aporta un pequeñísimo guiño a la conversación que enciende la chispa. Por ejemplo: «Me gustó mucho el último, muy épico».
-¡Que os he dicho que no digáis nada!
-¡No he dicho nada!
-¡Has dicho que te gustó!
-Ya, vaya, te he jodido la serie entera…
-¡Y has dicho que es épico!
-Macho, no exageres…
-¡Que no digáis nada, leche! Y nada es… ¡nada!
Al último «nada» le sigue un silencio abrumador que dura unos segundos. Lo que tarda en tomar aire el que inició la conversación y soltar la siguiente línea:
-Todavía te recuerdo lo de ‘Homeland’…
-Lo de ‘Homeland’ fue sin querer.
-Sí, pero bien que dijiste lo que te dio la gana y nadie te chilló.
-No es lo mismo.
-¿Ah no?, ¿por qué no, si se puede saber?
-Porque Brody… fue sin querer.
-Pues sin querer te voy a contar lo que pasa al final de ‘House of Cards’, mamón.
La ira se mastica, el aire pesa y las palabras toman consistencia. El ambiente idóneo para el clímax, mi momento favorito, la voz que resuena y cierra la discusión de un plumazo. Con autoridad y orgullo. El tercero en discordia:
-Como no os calléis ya os digo el final del quinto libro, pesado