Llora, Úbeda

Las lágrimas que caen tras un puñetazo son distintas de las que se derraman por no haber podido darlo. El Festival Internacional de Música de Cine de Úbeda contó, desde el primer momento, con un aforo de incondicionales que recorrían miles de kilómetros para disfrutar de unos días de ensueño, en una ciudad de ensueño, con una banda sonora de ensueño. No había butacas vacías. Los artistas, embelesados con sus muros de piedra, saciados los estómagos con ochíos y embutido, componían los hechizos musicales que inspiran al celuloide. Basil Poledouris, Michael Giacchino, Bear McCreary, Pascal Gaigne, Pablo Iglesias, Roque Baños, Bruno Coulais, Patrick Doyle, John Debney… Primeras espadas por las que cualquier superproducción de Hollywood pagaría miles de dólares. Y esa noche. Qué noche. Bajo las estrellas y la fresca brisa de un verano taciturno. Siglos de Cultura acolchados en la piedra del Hospital de Santiago; un concierto de leyenda. Era todo tan perfecto. Tan bello.

Y se acabó.

Desde que las alarmas saltaron, hace ya muchos meses, mantenía la esperanza de que los gestores de Úbeda llegaran a un acuerdo con la asociación BSOSpirit. “Seamos amigos”, “respetemos un buen proyecto”, “apostemos por la cultura”. De las tantas frases posibles, el Ayuntamiento de Úbeda optó por no usar ninguna. Nada. Silencio incómodo, pasota, dejando que fluya la corriente y que otros capeen el temporal.

Entiendo que hay problemas más importantes. Faltaría. Pero hubiera sido una noticia francamente agradable. En fin. El placer se lo llevará otra ciudad, otro rincón de España que, seguramente, sabrá valorar la riqueza que el Festival conlleva. Tal vez, incluso, su nuevo hogar sea consciente del potencial turístico del evento, de lo grande que puede llegar a ser, del público interesado que se hospedará en sus hoteles, comerá en sus restaurantes y hablará, el resto del año, de lo bien que lo pasaron allí.

Ya nada importa. El Festival de Música de Cine ya no es de Úbeda. Desde aquí mi más sincera enhorabuena, por el trabajo realizado, a sus organizadores. Y mi apoyo más incondicional, allá donde pongan el escenario. Convencido estoy de que, una vez más, será maravilloso.

Hoy lloramos porque quisimos pelear y no tuvimos donde golpear. Ni siquiera se dignaron a dar el puñetazo.

Úbeda

Les propongo que hagan un pequeño y simple experimento: escriban ‘Úbeda’ en Google. Como ustedes bien saben, no importa que la ciudad jienense nos devuelva 7.870.000 resultados, nadie pasa de la primera página. Probablemente no tengan ni que menear la ruedecilla del ratón arriba y abajo para percatarse del asunto. Efectivamente, tenemos la página del ayuntamiento, otra centrada en su faceta turística (‘Joya del Renacimiento’), una web de turismo, la wikipedia y, oh cielos, qué despropósito es este: “Festival de Música de Cine – Ciudad de Úbeda”. Ahí destacado, qué cosas.

Como sé que la ignorancia es muy atrevida, les ahorraré la vergüenza: El Festival BSO Spirit es, probablemente, uno de los mayores regalos musicales, escénicos y cinematográficos que se guardan en España. El municipio, cuya belleza ya es indiscutible, realza sus gracias con las mejores bandas sonoras originales de todos los tiempos interpretadas por sus propios autores.

Si este festival se celebrara en alguna gran capital del planeta (Madrid, Londres, Berlín, París, Roma, Tokyo, Nueva York), los informativos se harían eco de su relevancia, se vendería como uno de los conciertos del año, un evento sin parangón en el mundo del celuloide. No sé si llevados por un hiriente desconocimiento o por un catetismo profundo, los políticos y jefes culturales que motorizan Andalucía no han sabido ver la relevancia de Bear McCreary, Pascal Gaigne, Pablo Iglesias, Roque Baños, Bruno Coulais, Patrick Doyle, John Debney, -el inmenso y heredero directo de John Williams- Michael Giacchino o el ya fallecido Basil Poledouris (pueden poner sus nombres en Google, si gustan). Artistas que coleccionan premios (por supuesto, el Oscar) en sus vitrinas particulares. Gente cuyo trabajo podría centrar cualquier ciclo de conferencias en la mejor Universidad del mundo. ¿Por qué van a Úbeda, entonces? Porque sus organizadores han sabido cuidar de ellos desde su primera edición -van siete años-, creando un efecto similar a ‘El Hormiguero’: los compositores hablan con tanto cariño del festival que arrastran a otros artistas.

¿Por qué les cuento esto? Muy fácil: no me importa el partido político que gestione el Ayuntamiento, la Diputación o la Junta de Andalucía. Ahora, antes o dentro de cuatro años. El mensaje va para todos los que debaten sobre si se cargan el Festival de Música de Cine. Allá va: “No toquéis los huevos”. Gracias.

Los premios Jerry Goldsmith

La entrega de los premios Jerry Goldsmith es una de las partes fundamentales del ‘Festival de Música de Cine, Ciudad de Úbeda’. Con una mezcla exacta de humildad y preciosismo, la organización se viste de gala para entregar, con solera, los galardones a las mejores bandas sonoras del año. Se pueden imaginar lo maravilloso que es, en un pueblo alejado del glamour de las alfombras rojas y chaqués millonarios, ver a grandes creadores del mundo cine, emocionados con su nueva estatuilla. Porque sí, se emocionan.

Úbeda funciona como un resorte para los compositores. Como una burbuja en la que la admiración y el cariño conviven en perfecta armonía. Y, no se confundan, el público sabe dónde está y a quién tienen delante. Si no, no se darían el viaje desde todas las esquinas de España. Y de Europa.

Para todo el que le gusta el cine, la gala de los premios es una gozada. Por dos razones: Porque el público se entrega, disfruta con cada nuevo vídeo, con cada nueva nominación, con cada nueva sintonía. Y porque se respira amor al cine. La organización cuida todos los detalles para hacer reír y llorar. Para emocionar tanto como las películas que esa noche ensalzan como favoritas.

No sé si gastan vacaciones o si tienen tiempo libre estos días. Pero si pueden sacar un hueco, no se pierdan el Festival de Úbeda, una auténtica maravilla. Y qué concierto les espera, oigan, qué concierto…

El espíritu de Úbeda

Dentro de una semana dará comienzo el que es, a mi juicio, uno de los mejores festivales de cine de, probablemente, toda España. Lo es porque se centra en uno de los latidos básicos de la filmografía, dando protagonismo a nombres que suelen quedar relegados a unos créditos que bailan a toda velocidad sobre una pantalla en negro. Y ellos, siempre juzgados por su talento y no por su fama, añaden a la experiencia del cine el poder de revivir una película con un solo silbido. Con un tarareo. Con una melodía. ¿Qué sería de las películas sin música?

‘El VI Festival Internacional de Música de Cine, Ciudad de Úbeda’ se celebrará del miércoles 14 al domingo 18 de julio y, les aseguro, no se lo quieren perder. Edición tras edición, los organizadores han conseguido enlazar al proyecto a ilustres personalidades de la BSO.

Este año podremos disfrutar con la presencia, la voz y la música de mi admiradísimo Michael Giacchino (‘Lost’, ‘Star Trek’), Christopher Lennertz (‘Medal of Honor: Rising Sun’, ‘Supernatural’), Robert Townson (‘Abyss’, ‘Robocop’, ‘Regreso al Futuro III’), Patrick Doyle (‘Carlisto´s Way’, ‘Harry Potter y el Cáliz de Fuego’), Nathan Barr (‘El Príncipe de Egipto’, ‘True Blood’), Dave Grusin (‘Los Goonies’), Lisbeth Scott (vocalista en ‘Las Crónicas de Narnia’, ‘Munich’, ‘True Blood’) y Randy Edelman (‘Dragonheart’, ‘El último mohicano’).

Pero, si me permiten, por encima de lo mucho que me alucina la idea de escuchar al compositor del tema de ‘Los Goonies’ -cinta de cabecera- o de volver a ver a Mr. Giacchino -que, como ya les conté hace tiempo, en la edición del año pasado me firmó el Ipod-, lo mejor del festival está en la cercanía. En la sensación imperante de que todos los organizadores y músicos que pasean por la preciosa ciudad de Úbeda está dispuesto a tomarse una cerveza contigo.

¿Qué les parece? ¿Vamos a Úbeda? Prometo contarles más cosas del festival esta semana.

Up y Giacchino

Una gran banda sonora es como el aroma que deja el perfume al pasar. Aunque estemos a cientos de kilómetros de distancia, la segunda vez que lo olemos revivimos, irremediablemente, la misma calle, el mismo cielo, aquella chica. ¿Cómo no sentir los golpes de Apollo al escuchar la fanfarria de «Rocky»? ¿Cómo no levantar el dedo con el tintineo de «E.T.»? ¿Cómo no pedalear con «La Vida es Bella»?

La Banda Sonora Original (BSO) suele quedar relegada a un segundo plano a la hora de valorar una película. Tremendo error. Ellas tienen el poder de convertir el drama en comedia, la alegría en terror, la arenga en mística y un diálogo cualquiera en pura pasión. Posiblemente, en los últimos veinte años el compositor más destacado del panorama haya sido John Williams ( «Tiburón», «La lista de Schindler», «La Guerra de las Galaxias»). Sin embargo, hay un músico que, partitura a partitura, ha conquistado mi corazón: Michael Giacchino.

Giacchino es el responsable de la música de «Star Trek», «Ratatouille», «Perdidos», «Misión Imposible 3″… Y, por supuesto, «Up». Si recuerdan el principio de la cinta animada de Pixar, en los primeros minutos no hay ni una palabra. Sólo música. La música se convierte en un maravilloso actor que dobla los diálogos inexistentes de Carl Fredricksen, un anciano de 78 años, con su mujer. Diez minutos que pasarán al limbo del Cine por unir, de una manera tan magistral, lo nuevo con lo viejo, al cine mudo y clásico con la mejor animación por ordenador. Y esa fusión tan especial sería imposible sin el genio de Michael Giacchino -por el que ha ganado el Globo de Oro a mejor BSO-.

Hace casi un año tuve la suerte de conocer en persona a Mr. Giacchino. Fue en el «Festival BSO Spirit de Úbeda» -un encuentro altamente recomendable-, donde, además de ponernos los pelos de punta mientras dirigía a la orquesta en el Hospital de Santiago, quedó patente su humildad y cercanía. El último día del festival, durante la firma de discos, Giacchino garabateó, a carcajada abierta, el Ipod de un friki que no había llevado ningún cedé. Sí, mi Ipod es más chulo que el tuyo.

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