Salidos de cuentas

Creo que una de las cosas que más rabia me dan en el mundo es darle la razón al refranero. O a los dichos populares que por su propia definición ‘tienen’ que ser verdad. ‘Salidos de Cuentas’ partía como una segunda parte en un universo paralelo de ‘Resacón en las Vegas’ -esa comedia que nos dejó con la mandíbula batiente de tanto carcajear-. El director, Todd Philips, repetía con el actor que él mismo catapultó a la cima de la risa, Zach Galifianakis, ambos parapetados tras los mismos guionistas que ya les hicieron triunfar antes. Y, por si fuera poco, el ring lo completa Robert Downey Jr., uno de esos excéntricos de Hollywood que siempre quedan bien en pantalla (y que, además, tiene una vis cómica sobresaliente, ‘Tropic Thunder’). Pues bien, “segundas partes nunca fueron buenas”. O no tan buenas como las esperábamos.

‘Salidos de cuentas’ cuenta cómo un tipo (Downey Jr.) se ve obligado a atravesar todo el país con un ser bizarro e incomprensible (Galifianakis) y las innumerables e irracionales patochadas que les suceden por el camino. Y sí, les hará reír. Sin duda. Galifianiakis y Downey Jr. forman un tándem magnéctico que, por su sola presencia, les entretendrá durante dos horas. Sin embargo, la historia y los golpes de humor están cogidos con alfileres. Es una cinta más gamberra, más del tipo de “voy a haceros reír haciendo que el protagonista sufra todo tipo de calamidades absurdas”. En realidad, cada escena parece aislada del resto del film, gags cómicos de un ‘Muchachada Nui’ venido a menos.

Estamos ante el clásico ejemplo de película que no recomendarías a tus suegros pero que estás deseando ver rodeado de los amigos de siempre. Porque, en este caso, es absolutamente imprescindible entrar en la sala con un ánimo de chalaura y retorcimiento importante. Con un espíritu nada crítico, que acepte chistes bizarros y con tendencia a la risa fácil. Si no es su caso, relea la cartelera, hay otras opciones.

También la lluvia, tráiler

Acabo de ver el tráiler de ‘También la lluvia’, la última cinta de Icíar Bollaín que, además, está preseleccionada para ir de paseo a los Oscar -con la inigualable Celda 211 y la inaguantable ‘Lope’-. El caso es que conforme pasaban los segundos del vídeo de marras, le daba vueltas a la inspiración de la artista madrileña. Y, qué quieren que les diga, tengo un parecido razonable: un director y un productor se empeñan en rodar una película en plena revuelta en un lugar exótico, donde terminarán siendo auténticos partícipes y no meros intérpretes de una historia real, donde su propia vida se pondrá en entredicho.

Venga va, Luis Tosar y Gael García Bernal no son Ben Stiller ni Robert Downey Jr. Una tiene pinta de drama épico y la otra está a caballo entre la acción y la comedia. Pero, no me digan que el parecido entre ‘También la lluvia’ y ‘Tropic Thunder’ no es, por lo menos, aparente. Evidente, incluso.

Con esto no quiero criticar o desmerecer ninguna de las dos películas. De hecho, Bollaín me parece una directora que merece un visionado, siempre. Y la de Stiller es un genial clásico -que se atreva alguien a discutirlo- de la última década. De hecho, es uno de los estrenos españoles que más ganas tengo de ver. El tándem Tosar-Bernal me parece muy atractivo. En los dos minutos de tráiler, ya transmiten una complicidad trabajada, de esas que gusta ver en pantalla.

Claro, que si me tengo que fiar de lo que parecen los tráilers de las últimas películas españolas mejor no nos arriesgamos a sacar ninguna conclusión. Que ya ha quedado demostrado que la ignorancia es muy atrevida y que aunque la mona se vista de seda, mona se queda. Vaya, tantas vueltas para decir que dos veces no tropiezo en la misma piedra. Que santo Tomás, ni una más… Todavía me duelen las expectativas que creó el tráiler de ‘Lope’.

Postdata: Alberto Amman, prota de ‘Lope’, fue a Buenafuente. El catalán le dijo que le había sorprendido ver al dramaturgo español convertido en un héroe de acción, con espadas y todo. Amman dudó y, tras unos segundos, respondió: “Err, sí, sorprenderá”. Se ve que Buenafuente no ha visto la película y sí el tráiler.

Iron Man 2

Iron Man 2 es una honesta película de héroes de acción que esconde sus enormes carencias de guión detrás de dos horas de puro divertimento, espectacularidad visual y momentos épicos que harán que disfruten como enanos. No se acerca, en absoluto, a la profundidad, capacidad narrativa y excelencia de ‘El Caballero Oscuro’. Pero tampoco a bazofias tipo ‘Cuatro Fantásticos’, ‘El Motorista Fantasma’ o la ínclita y paupérrima ‘Catwoman’. La última de Jon Favreau es una correcta continuación de la saga que crece por momentos hasta unos minutos finales absolutamente espectaculares.

La cinta comienza exactamente donde dejamos la primera parte. Tony Stark (Robert Downey Jr.) confiesa delante de todos los televisores del planeta que él es Iron Man. En Rusia, Ivan Vanko (Mickey Rourke) ve esas imágenes con ansias de venganza. Él construirá su propia armadura para convertirse en Whipslash y hacer que el senado estadounidense tema que la tecnología Stark pueda convertirse en un peligro nacional. Justin Hammer (Sam Rockwell), rival e imitador de Tony, unirá fuerzas con Vanko para destruir el legado y la imagen de Iron Man.

La historia se conforma con divertir a la audiencia con diálogos cargados del humor de Downey -que eclipsa al resto de actores del plantel- cuando no hay ningún robot volando. Los lugares comunes, momentos absurdos, padres reaparecidos en cintas de vídeo y casualidades sacadas de la manga abundan. Algo que hará pupa a los que necesiten un texto de calidad dentro del cóctel para divertirse.

Scarlett Johansson y Samuel L. Jackson aparecen. Un rato al menos. La primera sí cuenta con una escena que justifica el marketing, en el último cuarto de la película. Jackson, en cambio, da la sensación que viene sólo para confirmar que aparecía al final de los créditos de la primera parte. Por cierto, los guiños a otros héroes de la Marvel están por todas partes. No olviden quedarse después de las letras. En Nuevo México les espera una sorpresa legendaria (aunque no tan efectista como la de Nick Furia, claro).

Una última curiosidad: en el tráiler hay multitud de escenas que no aparecen en la película, ¿ya estamos preparando el dvd?

El solista

Los periodistas son esas personas que ansían poder titular un susurro. Un rumor. Convertir en ‘la’ historia algo que, a ojos de cualquier otra persona en el mundo, no es más que una anécdota sin importancia. Al igual que –como dijo cierto genio- “las personas miran y el fotógrafo ve”, el redactor cuenta donde otros sólo intuyen. Ser apasionados de la comunicación nos empuja a teclear sin tregua y a superar penurias horarias y laborales que van más allá de la oficina. La historia lo es todo.

‘El solista’ (Joe Wright) tiene un título enormemente apropiado. Steve Lopez (Robert Downey Jr.) es un periodista del L.A. Times. Escribe a diario una columna sobre su ciudad y sus gentes. Una mañana, en un parque, bajo una escultura de Beethoven, conoce a Nathaniel Ayers (Jamie Foxx), un esquizofrénico que es, además, un genio musical; un virtuoso. Lopez comienza así el que será uno de los mayores reportajes de su vida.

El guión está basado en una historia real. De hecho, ambos protagonistas siguen vivos en Los Ángeles. Un guión que ha sido duramente criticado por los entendidos del celuloide, aseverando que “Wright se dedica a observar y no a adentrarse en la pasión de Ayers”. Pero que no les confunda el término musical, el motor de la película no es otro que el personaje de Robert Downey Jr., el auténtico solista. El periodista.

El cine ha rodado muchísimas películas sobre periodistas que desvelan una colosal trama de corrupción política o económica. Pero, si son capaces de meterse en la piel de Lopez –quien, por cierto, escribió el libro en el que se basa la cinta-, vivirán, durante dos horas, ese trajín diario de protagonistas, detalles, empatía y fechas de entrega que obliga al periodista a convertirse en un ronin que blande el bolígrafo en soledad. Con la consiguiente carga emocional que adhiere a su propia existencia.

Música para mis oídos.

Sherlock Holmes (y II)

El Sherlock Holmes de Guy Ritchie tiene mucho en común con el Jack Sparrow de Piratas del Caribe. Salvando las distancias evidentes, ambos personajes son una reinvención poco esperada pero que, por su originalidad, resultan tremendamente atractivos. Robert Downey Jr. (Iron Man, Tropic Thunder) borda al excéntrico y astuto inglés con una estética muy de cómic que no olvida las raices de sir Arthur Conan Doyle. Pero Holmes no sería nadie sin la inestimable presencia de Jude Law (Closer, Alfie), un Watson siempre fiel, muy alejado del típico secundario puesto en escena para exaltar las bondades del protagonista. La química entre Holmes y Watson es, sin duda, el motor que hace que sea una película, por encima de todo, divertida. E ingeniosa.

La versión más ‘pulp’ de Sherlock Holmes es un compendio de todas las versiones del detective de Baker Street. Y, por supuesto, bebe mucho de una de las series más laureadas de los últimos tiempos -cuyos guionistas siempre han subrayado su inspiración ‘Holmesiana’-: House. Ambos hacen gala de una inteligencia detallista, razonada y secuencial, unida a un sentido del humor muy negro, crudo y basto. Incluso la convivencia del tándem House-Wilson es tan rica en detalles como la de Holmes-Watson.

El otro gran personaje de la cinta -Rachel McAdams, la chica, es un pelín sosa- es la ciudad de Londres. Una Londres cuidada que Holmes se afana en tocar y oler, consiguiendo que Picadilly o Trafalgar Square sean extremadamente palpables. Ritchie se ha volcado en llevar la gloria de su tierra a la gran pantalla con el cariño y la admiración de un hijo.

Ritchie, además, acierta en la forma de presentarnos a los personajes. Sabedor de que todo el mundo sabe quién es Sherlock Holmes, abandona cualquier descripción formal para, en los primeros minutos del film, mostrarnos sus habilidades físicas, investigadores y locuaces, dejando claro que este Holmes no es tan “elemental, querido Watson”.  Y sí, hay violencia. Pero no tanta como cabría esperar del director inglés, hasta puede resultar elegante. Seguiremos atentamente la sombra de Moriarty en la secuela anunciada para 2012, cómo no.