Cierra un cine, adiós Multicines Centro

ACTUALIZA (20/02/13): Multicines Centro cerrará, finalmente, el lunes 25 de febrero.

ACTUALIZA (31/01/13): La empresa ha decidido frenar el cierre de Multicines Centro en Granada. ¿Habrá tenido que ver la revuelta que se ha montado en las redes sociales de Granada? No lo sabemos. Pero ahora, quizás, toque ir al cine y crear nuevos recuerdos. Por ahora, no nos quitan el cine.

No importa la ciudad, cierra un cine y se funde a negro. En este caso es en Granada, pero creo que la trascendencia es nacional. De norte a sur. De este a oeste. Cierra un cine clásico, de los que todo vecino tendrá un recuerdo, una película, un fotograma para guardar en la retina del celuloide. Y por mucho que su propio gerente diga que es «una muerte anunciada», es difícil de digerir. Una tragedia para la que intentó prepararnos Cinema Paradiso, pero que, sobre el papel, sabe a fracaso.

A mí me vienen varios momentos a la memoria que, si no les importa, me gustaría compartir con ustedes. No olvido las tres veces que fui a ver ‘La Bella y la Bestia’. Y no es que la viera tres veces, es que era tan enorme la cola para comprar las entradas, que tuvimos que ir tres sábados seguidos para conseguir ver el festín de Disney. Era otra época, claro. Más analógica. Más consciente. Hacíamos esfuerzos que, hoy, serían impensables.

También le guardo especial cariño porque allí es donde vi las películas de acción típicas de los 90. Ya saben: ‘Demolition Man’, ‘El último gran héroe’, ‘Mentiras Arriesgadas’ y, por supuesto, ‘Terminator 2’. Teníamos un ritual muy marcado: pasábamos por las máquinas a jugar al Doble Dragón o al Street Fighter, comprábamos la entrada y, de paso, recogíamos las palomitas gratis. Son las películas, pero también es el proceso, las sensaciones que se viven a la sombra de la pantalla: el perenne olor a maíz, la moqueta que fija los pies, los corrillos en las escaleras al terminar la proyección…

Con los años, Multicines Centro tuvo que adaptarse a un público más exigente y menos comercial. Sus ocho salas dieron cabida a películas que no entraban por los ojos de marquesinas de autobuses y carteles en mitad de una rotonda. A saber: ‘The Artist’. Una película en blanco y negro, musical y muda; una historia que recuperaba las emociones de un cine extinto; una historia que ningún cine de Andalucía proyectó hasta que su nombre apareció en las quinielas de los Oscar.

Cierra un cine y se funde a negro. El ‘The End’ es amargo y mañana no habrá más palomitas en el Centro. Tal vez llegó su hora o, quizás, no supimos corresponder su amor como espectadores. Pero una cartelera que agoniza es como un libro prohibido o una canción censurada: una pérdida.

Les invito a despedirse del Multicines Centro de Granada. ¿Compartimos recuerdos, películas, momentos, fotogramas? Estoy seguro de que tienen un instante feliz que podríamos dedicarles a los amigos del cine. Por lo que fue para nosotros. Por el cine.

Los Oscars 2012

En un ejercicio de supremacía humana mantuve los ojos abiertos hasta las dos y media de la madrugada. El domingo, y lo digo como dato para incrementar su visión heroica de mi persona, estuve de porteador en una mudanza, así que estaba más ‘baldao’ que Frodo cuando volvió a la Comarca. Pero oye, allí que aguanté con refrescos, pizzas y galletas de chocolate. Y ahora, fresco cual lechuga después de levantarme a la hora de la siesta, no puedo evitar preguntarlo: ¿Por qué lo hice?

Miren que los Goya de Eva Hache no me hicieron mucha chispa. Pero es que todavía no sé a quién prefiero, si a ella o a Billy Crystal. Que sí, que el hombre es una leyenda de la gala, que van nueve veces y que sabe estar sobre el escenario. Ahora, que eso no quita que fuera un muermo.

No le echo toda la culpa al presentador. Prácticamente, ninguno de los famosillos que subieron a la palestra despertó mi simpatía. Para que se hagan una idea, creo que lo que más me gustó fue el montaje emotivo titulado “Razones para ir al cine” (o algo así), que mezclaba imágenes de grandes clásicos de Hollywood.

Con lo que respecta a los premios, ninguna sorpresa ni emoción especial a destacar, ¿no creen? Hasta Jean Dujardin, tan simpático él, estuvo sosillo. Por suerte, incluso teniendo en cuenta el total aburrimiento de la gala, hay un pequeño detalle que justifica la noche de tunante: se cierra el círculo de ‘The Artist’ que, muy pocos, iniciamos en una sala de cine. Y había que estar presente en esa ovación que es, si nos permiten, un poco de todos. De todos los que escuchamos su silencio.

Oscars 2012: padres y maestros

Los Oscars de 2012 rendirán pleitesía, sea cual sea el veredicto, a los padres y maestros de las historias. Cuatro candidatas a triunfar, películas excelentes en forma y fondo, recorren un camino de vuelta en medio de una crisis de ideas y una lacra de originalidad extendida como una plaga bíblica.

‘The Artist’ hace del silencio su música y del blanco y negro su coreografía en un baile preciosista y mágico por los primeros pasos de un cine que suplicaba innovación. Dos horas justificadas en un minuto final prometedor.

‘La invención de Hugo’ es una oda a las historias que nos abrieron los ojos siendo niños, con especial atención a ese lugar donde se crean los sueños que explica con tanta ternura Ben Kingsley en la que será, probablemente, una de las escenas más emotivas del año para los amantes del cine.

‘Medianoche en París’ es la reunión de románticos a la que Woody Allen no pudo asistir por nacer demasiado tarde. Dalí, Elliot, Hemingway o Buñuel, los colegas con los que el neoyorkino nunca se pudo emborrachar y así, con naturalidad, poder haberles dicho a la cara, con sinceridad etílica: os debo la vida.

Y la vida, en cualquier sentido, es la obsesión de Terrence Malick. ‘El árbol de la vida’ reconoce las bondades y las miserias del hombre, entendido como el resultado alquímico de ciencia y fe. Quizás, el reconocimiento más ambicioso a la primera historia.

Como le diría Isabel a Hugo después de ver a Harold Lloyd trepar por el reloj de Buster Keaton: “Gracias por el cine”.

Bafta & Artists

Es tan fácil imaginar las bocas de miles y miles de productores de cine. Ver sus sonrisas de perlas blancas adornadas por un humeante puro habano. Oír sus peroratas repletas de falsa modestia y trabajo excelso. Y, de golpe, el mayor de los silencios cierra las bocas, estrecha las comisuras y elimina el orgullo. Un silencio que dejaron pasar con una carcajada hiriente y una pregunta malintencionada: “¡¿Una película muda?!”

Si los premios son eso, honras a un trabajo bien hecho, trascendente, ‘The Artist’ es la ganadora del año. Su último triunfo llegó con los Bafta, donde prácticamente lo ganó todo. Y, si me resulta sencillo dibujar el rostro de los cineastas que dejaron pasar la oportunidad de rodar un proyecto tan bello, me es extremadamente complicado aceptar la cantidad de gente que aún no ha disfrutado de ‘The Artist’. ¿La vio usted?

Sé que hay pocas oportunidades -pocas salas, pocas sesiones-, pero si se le presenta alguna por delante, no la desaproveche. Por supuesto, esto no es científico: tal vez no le guste. O le aburra. O le parezca una soberana chorrada. Aunque creo que no será así. La película muda es un pequeño destello que no puede ni debe repetirse. Nadie en su sano juicio querría seguir viendo más cintas sin sonido. Y, precisamente por eso, por su cualidad de única y original, merece un visionado. Merece su consideración.

La metahistoria de ‘The Artist’ es la película inesperada. No me extrañaría que, dentro de diez o quince años, algún gurú del cine redima sus carcajadas con una película que narre la azarosa llegada de un guion ‘sin palabras’ a la gloria de los Oscars.

Silencios casuales: Frederica Sagor Maas

Es curioso cómo el universo se confabula para hacer coincidir fechas, recuerdos y silencios. Y les hablo de un universo paciente, capaz de esperar 111 años al momento exacto, a la despedida adecuada. A lo que debía ser. Frederica Sagor Maas pasó los mejores años de su vida escribiendo palabras que nunca serían pronunciadas. Subrayadas con música, tal vez. Pero nunca pronunciadas. Era imposible. El cine mudo era así.

El jueves pasado, Frederica murió en San Diego, California, después de una vida plena. Su último cumpleaños, en el que sopló 111 velas, lo avala. No puedo más que suponer lo que debe ser tener historias para rellenar más de un siglo. Pero me parece tan precioso, tan mágico, que Sagor haya muerto el mismo año en el que ‘The Artist’ honraba la memoria de artistas como ella. ¿Se imaginan cómo se sentiría al ver que una película como las suyas, escandalosamente mudas, callaba bocas y reinaba en el parnaso de los premios? ¿Ven el círculo que se cierra a su alrededor, el halo místico que cerciora los títulos de crédito?

Maas, una de las pocas mujeres guionistas de su época, firmó filmes como ‘The Plastic Age’ (1925), ‘Dance Madness’ (1926), ‘Hula’ (1927) y ‘Red Hair’ (1928) protagonizados por Clara Bow, así como producciones encabezadas por Norma Shearer como ‘His Secretary’ (1925) o Greta Garbo (‘Flesh and the Devil’, 1926).

Estudió periodismo en la Universidad de Columbia pero terminó vinculada a la industria del cine donde conoció al productor Ernest Maas, empleado de Fox, con quien se casó en 1927 y trató de sacar adelante sus propios guiones sin demasiada fortuna, una obra de entre la que destacó «The Shocking Miss Pilgrim» (1947). Frederica y su marido dejaron Hollywood a principios de los años 50 después de que fueran interrogados por el FBI acusados de participar en actividades comunistas.

Gran historia, ¿verdad?