‘Legend Era Quest Saga’, píxeles antológicos

Para los que crecimos con ‘Zelda: A Link To The Past’, ‘Chrono Trigger’, ‘Legend of Mana’, ‘Final Fantasy’, ‘Suikoden’, ‘Breath of Fire’, ‘Alundra’, ‘Star Ocean’… Y un sinfín de Rpgs (Role Playing Game) legendarios, siempre nos es agradable retornar al pixel. Llámenlo melancolía. O apreciación por el arte. Como ustedes prefieran. El caso es que Internet es un mundo donde hay cabida para todos y los amigos de ‘avidayapantalla’ han creado una webserie de la que, desde este preciso instante, soy fan incondicional: ‘Legend of Era Quest‘.

Legend Era Quest Saga, capítulo 1.

Legend Era Quest Saga, capítulo 2.

Biting Elbows, un corto en primera persona

La banda rusa Biting Elbows acaba de presentar su último videoclip dirigido por Ilya Naishuller, un corto alucinante grabado en primera persona que conseguirá pegarles a la pantalla. Imitando la estética ‘shooter’ de los videojuegos, ‘Bad Motherfucker’ cuenta la increíble escapada de un agente especial. En serio: a-lu-ci-nan-te.

El actor principal, un especialista, lleva una cámara GoPro en la cabeza para grabar todo tipo de proezas que ya envidiaría el mismísimo Jason Statham. ¿Se imaginan algo parecido en la gran pantalla? ¿Vomitaríamos?

Advertencia: violencia y sangre a continuación: Biting Elbows ‘Bad Motherfucker’

 

Extra: ‘The Estampede’, vídeo de Biting Elbows que inicio el estilo, publicado en 2011.

¡Rompe Ralph!

«Lo retro es viejo, pero molón». La frase, pronunciada por el bueno de Ralph, es la conclusión y el gran acierto de la última película de Disney. Es verdad que la sala estaba llena de niños que disfrutaron más que una piara de Ewoks en una piscina de bolas; pero es alucinante ver la melancolía que despertó en un grupo de treintañeros –ejem– amantes de los videojuegos clásicos y en otro de jovenzuelos que aún no habrán sobrepasado los veinte que, al terminar la proyección, se acercaron a los de la generación ochentera –ejem– para fundirse en un abrazo virtual de proporciones frikis.

Ralph es el malo de ‘Arréglalo Félix’, un arcade que lleva treinta años funcionando en un salón recreativo, sobreviviendo a la llegada de alucinantes juegos en 3D con espectaculares gráficos y un realismo apabullante. Todo cambia el día que Ralph decide cambiar de juego para demostrar a sus vecinos que «los malos no son los buenos pero pueden ser buenos y eso no es malo». Este romance inspirado en las vidas y obras de Mario Bros (Félix) y Donkey Kong (Ralph), es una suerte de ‘Toy Story’ de los videojuegos que, sin duda, tiene todas las papeletas para convertirse en la nueva franquicia estrella de Disney.

‘¡Rompe Ralph!’ ha vencido a ‘Brave’. Disney ha ganado a Pixar. Dos frases que deberían ser más que suficientes para entender el éxito de la película. La oda al videojuego de Disney no es un film redondo: se echa de menos aprovechar más el atractivo de los personajes clásicos de las videoconsolas de 8 y 16 bits y haber disfrutado más de otros mundos que pasan como guiños simpáticos para los ‘gamers’.

En cualquier caso, lo cierto es que ‘¡Rompe Ralph!’ es muy divertida, nada simplona, entrañable y perfecta para toda la familia. Muestra indiscutible de que es posible crear un cine de animación preciosista –ya hablaremos de la técnica y del sensacional corto que precede a la película, ‘Paperman’–, mágico para los pequeños y emotivo –tan emotivo como el ratatouille que se come el crítico gastronómico de ‘Ratatouille’– para los adultos.

El Día del Tentáculo

¿Se imaginan qué hubiera sido del Universo conocido sin ‘El Día del Tentáculo’? Nada en la ciencia-ficción sería igual: la iniciativa Dharma sería un vestigio de una era inexistente, los doctores Bishop no vivirían a costa de la división Fringe, el Dr. Who viajaría en una moto, el ejército de Adama no habría sobrevivido a los 33 minutos de cuartel que los Cylon cedieron a Galactica y Kirk y Spock no se conocerían con la música de Michael Giacchino de fondo. Entre otras cosas.

Existe la -trágica- posibilidad de que no haya entendido ni papa del anterior párrafo. De ser así, por favor, estaré encantado de enviarle la bibliografía pertinente. Pero, lo más triste, es que ‘El Día del Tentáculo’ signifique nada o poco para usted. Desde mi más sincera humildad e inocencia, permitan que les hable del videojuego que, algunos, instalamos religiosamente en nuestros ordenadores, disquete a disquete, ‘punto exe’ a ‘punto exe’, contraseña a contraseña.

Recordé la obra maestra de Lucasarts (sí, los mismos de La Guerra de las Galaxias pueden presumir de haber contado algunas de las mejores historias en pc) mientras veía Men in Black 3. La escena en la que Will Smith viaja en el tiempo guarda un enorme parecido con el método en el que Bernard, Hoagie y Laverne visitaban presente, pasado y futuro en el juego: un infinito gusano por el que se pasean dinosaurios, personajes ilustres, relojes de Dalí y demás parafernalia temporal.

En ‘El día del tentáculo’, el trío protagonista intentaba evitar que unos invasores babosas del espacio exterior dominaran el planeta Tierra reescribiendo grandes hitos de nuestra Historia. Divertidísima comedia de ciencia-ficción que, algún día, será versionada por algún director hollywoodiense. La aventura gráfica inspira, no tengo duda, todo el universo friki conocido después de 1993.

¿Lo recuerdan? Yo me pongo melancólico. Ya no hay aventuras como las de antes.

A los que conocimos a Miyamoto

Link despertó a medianoche, zarandeado por las suplicas de una princesa encerrada en las mazmorras del castillo. Al abrir los ojos, encontró en un cofre la lámpara con la que podría abrirse paso a través de los pasadizos secretos que se escondían bajo un seto del jardín imperial. Mientras tanto, Mario saltaba con insistencia sobre el caparazón de Bowser, engrandecido por el poder de las setas, después de recorrer a lomos de Yoshi la última tubería del reino. Donkey Kong, cansado de lanzar barriles, lucha contra un enorme cocodrilo de dientes afilados, y Fox McCloud, escoltado por Falco Lombardi, navega por el espacio para cumplir su misión: destruir a Andross.

El mando de la Super Nintendo tenía cuatro botones de colores, una cruceta y dos gatillos en la parte superior. Bastaba con pulsar ‘start’ para empezar una aventura que rompía con las reglas establecidas: tú eras el nuevo héroe. Como el Bastian que se imaginaba Atreyu, Shigeru Miyamoto consiguió transformar sus píxeles de 8 y 16 bits en portales de la imaginación. Ahora, en un mundo dominado por la tecnología, el debate se acepta: ¿son los videojuegos un arte? Antes, hace quince o veinte años, era impensable, una barbaridad, una muestra supina de ignorancia y una ostentación de catetismo. “Marcianitos y disparitos”, decían, y nosotros, una legión en ciernes, aguantábamos.

Que Shigeru Miyamoto, padre de ‘Super Mario’, ‘Zelda’, ‘Donkey Kong’ o ‘Star Fox’, y, más aún, inspirador del videojuego moderno, haya ganado el premio Príncipe de Asturias de la Comunicación me apasiona. Y yo, nosotros, aquellos engendros frikis que fuimos tachados y silenciados por una masa que ‘sabía’ que los jueguecitos eran burdos entretenimientos, nos damos el gusto de expulsar todo el aire que contuvimos durante años: “Os lo advertimos”.

Tal vez, con otra década de por medio, los libros de texto hablarán de los que conocimos a Miyamoto, de los que disfrutamos de los clásicos del videojuego en todo su esplendor. Hablaremos de Link, Mario y compañía como el que se emociona al recordar su primer visionado de ‘Tiempos Modernos’, ‘Blade Runner’ o ‘Indiana Jones’. Hablaremos de Arte.