Elysium

El mundo es una favela. La pobreza no es herencia, no es Sur, no es indiferencia. ¿Se imaginan? Todos supervivientes, todos espoleados por la necesidad, todos en busca de una oportunidad que invierta la rutina de hambre, desesperación y soledad. Neill Blomkamp nos ofreció en ‘Distrito 9’ (2009) una poderosísima reflexión sobre el ser humano vestida de ciencia-ficción. ‘Elysium’ es una suerte de secuela en la que el director africano mantiene su pulso con la sociedad moderna, jugando al espectáculo para disfrazar un mensaje mucho más ambicioso.

‘Elysium’ no alcanza la trascendencia ni la calidad de su predecesora, pero no merece la desidia con la que la crítica internacional la ha recibido. Ya quisiéramos que la ciencia-ficción mostrara siempre este compromiso con la narración, más allá de la venta masiva de palomitas. En el futuro, el planeta Tierra está superpoblado y sus recursos naturales contaminados. Mientras la inmensa mayoría sobrevive hacinada en campamentos interminables de chapa y tela, un pequeño grupo de seleccionados vive como reyes en el olimpo, sobre las estrellas, en Elysium, una inmensa estación espacial donde no se envejece, no se enferma, no se sufre.

Matt Damon interpreta a Max da Costa, el mesiánico protagonista que caminará la ardua vereda de la redención, continuamente tentado a rendirse por el perverso Kruger, un inspirado Sharlto Copley   que encarna aquello en lo que nos convertimos cuando miramos por encima del hombro, soldados de la modernidad y esclavos de la tecnología.

Blomkamp conserva a su equipo técnico para imaginar un mundo robotizado, con un preciosismo tan detallista que consigue una maravillosa sensación de realidad. Un despliegue visual acompasado por la acertada música de Ryan Amon. ‘Elysium’ no es ‘Distrito 9’, pero guarda la firmeza de su director delante y detrás de la cámara, confiriéndole el derecho a firmar en la lista de imprescindibles de la ciencia-ficción.

Entre el cielo y la tierra, Elysium.

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