JE Cabrero

El cine siempre fue la excusa

Los hombres que miraban fijamente a las cabras

Hay que estar como una cabra. Si es su caso, no lo dude, la película le apasionará. Si, por el contrario, considera que su raciocinio y su evolución mental distan mucho de la más absurda, divertida y extravagante paranoia, olvídelo, ‘Los hombres que miraban fijamente a las cabras’ no es para usted.

Dicho lo cual, confieso: ‘Los hombres que miraban…’ me apasiona. Supongo que por la misma oscura pasión por la que adoro mezclar el plátano con la morcilla o las películas de Jackie Chan -un prohombre hecho a sí mismo-. No hay objetividad ni parámetros establecidos (guión, actores, dirección, fotografía) a los que atenerme. Ni uno sólo. No creo que exista nadie en el mundo capaz de calificar sus valores cinematográficos y, sin embargo, no tengo ninguna duda de que es una obra de culto. Una genialidad.

Es que lo veo claro: Cuatro actores famosos haciendo botellón en un loft de Nueva York. Uno dice: “¿No hay huevos para hacer una película de soldados que se creen Jedis que descubrieron sus poderes tumbando cabras con la mente?” El buen rollo que se respira entre los actores es palpable. George Clooney, Jeff Bridges, Ewan McGregor y Kevin Spacey son memorables. Bridges con aires de Lebowsky, McGregor parodiando a su propio Obi-Wan Kenobi de ‘Star Wars’ y Spacey haciendo lo propio con el Lex Luthor de Superman. Se ríen de ellos mismos y, por eso, funcionan tan bien.

Verles hacer el ganso sin un guión lógico es tremendamente refrescante. Y lo mejor es que lo hacen con suma naturalidad, diálogos que, interpretados por otros, sonarían a comedia chorra de medio pelo. Atravesar paredes, encontrar un lugar en el mapa gracias a la ‘visualización remota’, dominar la voluntad del otro con el poder de la mente, usar la técnica del cangrejo… son perlas que sólo ellos, los guerreros Jedi, pueden hacer en la gran pantalla sin el más mínimo complejo.

En el mundo hay dos clases de personas, las que, al terminar de ver ‘Los hombres que miraban…’ dicen “menuda chorrada” y los descerebrados que alzan la voz: “¡Qué genialidad!” ¿Y tú de quién eres?


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