London Boulevard

Debe ser terrible granjearte una fama en el mundo del cine negro, de espías y tramas urdidas bajo la humareda de una mafia, y hacer una película tan agotadora como ‘London Boulevard’. William Monahan escribió las más que decentes ‘Red de Mentiras’ e ‘Infiltrados’ (también ‘El Reino de los Cielos’, pero como verán he tenido a bien no incluirla en la categoría ‘decente’), cintas que le abrieron las puertas del mercado internacional. El inglés aprovechó el tirón y se escribió un guion que él mimo dirigiría. Una vez más, no fue lo que debía ser.

Mitchel (Colin Farrell) sale de la cárcel con el objetivo de ser un hombre bueno y decente de la nueva y moderna sociedad inglesa. Pero claro, sus colegas de toda la vida le recuerdan, nada más pisar su libertad, que él fue un hombre malo. Para demostrarles que se equivocan, Mitchel encuentra un trabajo de guardaespaldas de Charlotte (Keira Knightley) una actriz y modelo hastiada de los paparazzis.

La reforma moral de Colin Farrel es una suerte de ‘El Guardaespaldas’ moderno -que no mejor- repleto de personajes oscuros, dobles raseros y un compendio interminable de minutos aburridos en los que la nada se vuelve protagonista de un thriller del que no se puede presumir. Ni siquiera Knightley, que nos tiene acostumbrados a un mínimo de calidad, está a la altura del caos.

Puede que los muy amantes del género encuentren en la épica del cigarrillo algo memorable. A mí me costó ver algo más que diálogos lentos, actuaciones basadas en la mirada sospechosa del perro de Los Simpsons y un final que, vale, remonta algo el vuelo pero que no consigue que olvidemos las dos horas de revueltas en la butaca.

Sí tiene un aspecto sobresaliente: Monahan callejea como nadie por los muros de Londres. Las casas victorianas, las enormes avenidas de ladrillo, las noches de pubs y beers.