Es sucia, oscura y visceral, como uno de esos cómics de trazos rasgados y colores expresivos. Una sucesión de viñetas marcadas por un ritmo alterno de contención y explosión que focaliza todos sus esfuerzos –la música, la fotografía, los personajes, la tecnología– en un mismo objetivo, en un interés compartido: contar una historia. Una historia pequeña, sin grandilocuencias ni revoltijos literarios. Un guion concreto, cerrado y sincero. Transparente en sus ambiciones y consciente de sus limitaciones. Un minimalismo bien entendido. Hasta la acción, rodeada de un halo de misticismo, podría calificarse de elegante, pese a su utilización constante de la brutalidad como eje narrativo.
Esperaba una payasada moderna, inconsistente y vacía. Por eso, por todo el párrafo anterior, es perfectamente correcto y justo afirmar que ‘Dredd’ es una fantástica sorpresa. Y una película más que notable.
Dredd (Karl Urban) es uno de los jueces de Megacity, urbe súper poblada y podrida por la droga y la delincuencia; él es uno de los pocos que intenta poner orden –a balazos– entre tanto caos. Su superior le encarga que pase un día con la ‘peculiar’ recluta Anderson (Olivia Thirlby) y ambos se verán, sin querer, encerrados en una escabechina que nadie podía esperar.
‘Dredd’, lamentablemente, no es una película para el gran público. No es limpia y colorista, nada que ver con ‘Los Vengadores’ o ‘Spiderman’. Ni siquiera con el ‘Batman’ de Nolan, aunque comparta con él un tinte de pretendida seriedad. ‘Dredd’ es un relato futurista, una película de acción y un thriller negro y criminal. Tres aspectos en los que sale bastante airoso.Cuanto más pienso en el film, en su aparente sencillez, más me gusta.
Un último apunte que entenderán los amantes de los videojuegos: si ‘Batman Arkham Asylum’ fuera una película, sería ésta. De hecho, tiene una estética y una ambientación que ni el mejor shooter.