JE Cabrero

El cine siempre fue la excusa

Mapa, de León Siminiani

Si León Siminiani fuera un amigo o un familiar, creo que habría llorado con ‘Mapa’. De emoción, quiero decir. Es como si acabaras de encontrar la carta que un amigo te escribió hace años, olvidada en el fondo de un cajón, y descubrieras las apasionantes aventuras y desventuras que le ha deparado la vida en los últimos tiempos: de quién se enamoró, en dónde vivió, de qué trabajó, qué aprendió… ¿Se imaginan el momento? Sería emocionante. El problema es que León es un cineasta santanderino. Nada más. Al menos para mí. Y quizás, por eso, me sentí como un cotilla fisgoneando en la vida privada de alguien que no conozco.

‘Mapa’ es el documental con el que Siminiani fue nominado en los Goya y es, también, un video-diario. Casi una confesión. León pierde su trabajo en la televisión y rompe con su novia. Su amiga Luna le impulsa a viajar a la India, a conocer otras culturas y abrir la mente. Y, de paso, aprovechar para rodar su primera película (después de varios cortos que no llegaron muy lejos). El experimento es un viaje que combina reflexión y cine en un camino personal en busca de una respuesta vocacional.

No es lo mismo, por supuesto, pero en algún punto de ‘Mapa’ me sentí como en el capítulo ese de Los Simpsons en el que Patty y Selma enseñan su colección de fotos del verano. Ya saben, puede ser bonito lo que cuentas y cómo lo cuentas, pero es tan tuyo y tan poco mío que es difícil que consiga emocionarme. Lo mismo, incluso, me aburre. De hecho, creo que ese es el problema de la película de Siminiani: no hace universal lo particular. Se centra en su experiencia, en su paranoia y en su imaginario particular, sin llegar a hacernos participes de su drama.

También es bella. ‘Mapa’ es un esfuerzo constante por hacer de lo rutinario algo extraordinario. Y, pese a la ‘simpleza’ técnica, lo consigue. La poesía visual casa muy bien con la narración profunda y la ironía que gasta consigo mismo. Pero el recital queda un poco ensombrecido por no estrujar el nexo real con el espectador; una lectura que sobrepasase su relato personal.


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