George y Anne abrieron su casa para hablar del amor. Como el maestro que invita a salir de la noche más oscura, nos enseñaron a volar hacia el lado bueno de las cosas. Aprendimos que las palabras sencillas, mamá, son las que conforman la tela que une el atlas de las nubes, un tejido para amantes pasajeros que buscan mundos fantásticos más allá de Oz.
Llevamos desde el principio de los tiempos dando la nota, como trogloditas que pese a no entender nada de amor y letras, vencen gigantes como si fueran héroes de otra era; una era de metal, de hombres de hierro y acero, héroes que cabalgan entre dos mundos para alcanzar la Tierra prometida. Y mientras suena Rodríguez en la radio del coche –más rápido, más furioso–, sufrimos los efectos secundarios del Oblivion, una droga ilusoria que ya sonaba en la casa del señor Gatsby y que fulmina la mente con preguntas absurdas: ¿ganarían unos robots gigantes del Pacífico a una plaga mundial de zombies? ¿Descubriremos otra Tierra pilotando el Enterprise? ¿Hablaremos con androides?
Walter White nos enseñó a pronunciar su nombre, algo que le confiere una cierta inmortalidad mutante, como el mago que dice «¡ahora me ves!» o el llanero solitario que hace de la épica su bandera y de la espada del valor su mayor orgullo. Y por la gloria de Odín que todos nosotros, toda esta gran familia española, nos manchamos de barro como enmascarados callejeros que no tienen ningún poder para vencer a la gravedad. Prisioneros del tiempo que corre apresurado, como un fórmula 1 que emprende su camino de vuelta, caníbal y ejecutor indefectible de la llegada del fin del mundo.
Y aquí estamos, terminando el año como capitanes de un velero que lucha por ganar el juego, por superar el hambre, por ganar el perdón de Dios sirviendo a los amigos y familiares como leales mayordomos, y enamorando a la noche como un auténtico don Juan. No sufran, no caigan en el frío reino del olvido, salgan a la calle y empiecen su camino como un mediano más, porque no hay esclavitud que dure para siempre: todos los años terminan y todos vuelven a empezar.
(¿Encontraron las 50 películas de 2013? Feliz 2014, amigos, ¡brindo por ustedes!)