El culo del mundo, un viaje al corazón de Andreu Buenafuente

Hace unos años, cuando terminé de ver ‘Hazme reír’, pensé en cómo sería la vida de Andreu Buenafuente y Berto Romero. Los protagonistas de la película de Jude Apatow me recordaron muchísimo a los cómicos españoles, tanto que empecé a mezclar ficción con realidad. Hoy he vuelto a pensar en lo mismo, en la vida del cómico, tras descubrir en Twitter que Buenafuente ha rodado un documental titulado ‘El culo del mundo‘.

Estoy deseando viajar con Andreu y su tropa. Mientras tanto, no tiene desperdicio la presentación que el propio Buenafuente hace en su web elculodelmundo:

En junio de 2012 me quedé sin programa en antena y sin expectativas de volver a la televisión. Era la primera vez que me sucedía algo así y, además, me acordé de que empecé a trabajar en esto de la comunicación allá por el mes de septiembre de 1982. Se iban a cumplir treinta años.

Ya saben como están las cosas en este país. No son tiempos para fiestas y celebraciones, pero yo me negaba a dejar pasar por alto la efeméride. Así que decidí aprovechar la ocasión para “pensar” un poco en mi oficio. Para bucear en los placeres y sufrimientos que nos proporciona, para comprobar los resultados estimulantes y casi curativos que ocasiona en los que lo practicamos y en los que lo disfrutan. Desde el primer momento me di cuenta de que se trataba de un viaje. Un viaje físico y mental al “corazón de la comedia”.

Un mail activó todo el proyecto. Me lo mandó un seguidor argentino cuando terminó el último programa. “Desde el culo del mundo”, según él. Me dio por pensar en la magia de mi profesión que viaja a miles de kilómetros, que no conoce de fronteras, ni clases sociales. “Todo el mundo ríe en el
mismo idioma”, leí hace poco. Así que pensé que debía viajar a Argentina y, a partir de ahí, empezar a tirar de un ovillo de compañeros, seguidores y cómplices. Debía hablar y hablar. Sobre todo debía escuchar. Y después, ordenar todo lo recogido con el objetivo de “armar” una especie de ensayo emocional y agradecido sobre la comedia. Se lo conté a Ferrán Adrià y al minuto lo definió como “mi terapia”. Tiene razón. Todos queremos conocernos, entendernos un poco y volver algo más tranquilos al camino.

Cuando me quedé sin programa me cabreé por quedarme en la estacada, pero ahora agradezco aquellos meses que me ayudaron a tomarme todavía más en serio el mundo de la risa. No hubiera podido hacer EL CULO DEL MUNDO sin la ayuda de un estrecho y brillante equipo. Porque mientras viajábamos y rodábamos, yo seguía trabajando y navegando en aguas revueltas. Analizaba mi pasado, pero luchaba sin descanso por mi futuro. ¡Qué época!.

Espero que reciban el documental con la misma emoción y sinceridad con las que ha sido realizado. Algunos dicen que me abro más que nunca, que me muestro como nunca lo he hecho. Quizás sea verdad. Pero, ¿cómo vas a tener secretos para la gente que te ha permitido llegar hasta aquí? Se lo debemos todo. Les debemos la verdad.

Andreu Buenafuente

Poster - El culo del mundo

La vida después de Pi (Life after Pi)

La empresa ‘Rhythm & Hues Studios’ ganó el Oscar a los mejores efectos especiales, en 2013, por un inmenso y bello trabajo: ‘La vida de Pi‘. Acto seguido, entró en bancarrota. ‘La vida después de Pi’ (Life after Pi) es un corto-documental en el que miembros de la empresa y otros profesionales del sector hablan sobre las -muchas- penurias que sufren en Hollywood y su maltrato laboral, «poco valorado».

Los autores de ‘Life after Pi’ han colgado el corto-documental, completo, en Youtube. Si disponen de media hora y no tienen problemas con el inglés (pueden añadir subtítulos, que algo ayuda), pueden descubrir la ironía de Hollywood aquí:

Mapa, de León Siminiani

Si León Siminiani fuera un amigo o un familiar, creo que habría llorado con ‘Mapa’. De emoción, quiero decir. Es como si acabaras de encontrar la carta que un amigo te escribió hace años, olvidada en el fondo de un cajón, y descubrieras las apasionantes aventuras y desventuras que le ha deparado la vida en los últimos tiempos: de quién se enamoró, en dónde vivió, de qué trabajó, qué aprendió… ¿Se imaginan el momento? Sería emocionante. El problema es que León es un cineasta santanderino. Nada más. Al menos para mí. Y quizás, por eso, me sentí como un cotilla fisgoneando en la vida privada de alguien que no conozco.

‘Mapa’ es el documental con el que Siminiani fue nominado en los Goya y es, también, un video-diario. Casi una confesión. León pierde su trabajo en la televisión y rompe con su novia. Su amiga Luna le impulsa a viajar a la India, a conocer otras culturas y abrir la mente. Y, de paso, aprovechar para rodar su primera película (después de varios cortos que no llegaron muy lejos). El experimento es un viaje que combina reflexión y cine en un camino personal en busca de una respuesta vocacional.

No es lo mismo, por supuesto, pero en algún punto de ‘Mapa’ me sentí como en el capítulo ese de Los Simpsons en el que Patty y Selma enseñan su colección de fotos del verano. Ya saben, puede ser bonito lo que cuentas y cómo lo cuentas, pero es tan tuyo y tan poco mío que es difícil que consiga emocionarme. Lo mismo, incluso, me aburre. De hecho, creo que ese es el problema de la película de Siminiani: no hace universal lo particular. Se centra en su experiencia, en su paranoia y en su imaginario particular, sin llegar a hacernos participes de su drama.

También es bella. ‘Mapa’ es un esfuerzo constante por hacer de lo rutinario algo extraordinario. Y, pese a la ‘simpleza’ técnica, lo consigue. La poesía visual casa muy bien con la narración profunda y la ironía que gasta consigo mismo. Pero el recital queda un poco ensombrecido por no estrujar el nexo real con el espectador; una lectura que sobrepasase su relato personal.

Searching for Sugarman

La música de Sixto Rodríguez se cuela en tus recuerdos, como si hubiera sonado siempre en los viajes en coche al pueblo, cuando eras un niño y seguías el perfil de la montaña al ritmo de Los Beatles, Bob Dylan, Gardel y los Beach Boys. Solo que es nueva para ti porque no la habías escuchado antes. Sus canciones saben a blanco y negro, pantalones de pitillo, humo en la cabina y manivelas en la ventanilla; pero las descubrimos en una era de alta definición, vaqueros de marca, reguetón en la sala y pantallas táctiles. ¿Tan ridícula es nuestra concepción del tiempo? ¿Tan justa la poesía?

La verdad tiene la habilidad de empequeñecer la fantasía. Y, a veces, un documental protagonizado por gente de la calle, como usted y como yo, es la única manera de acatar la magia como una posibilidad científica. ‘Searching for Sugarman’ (ganadora del Oscar) es el precioso documental dirigido por Malik Bendjelloul, periodista sueco enamorado de la historia de Rodríguez, genial y misterioso músico estadounidense de los 70 que pasó absolutamente desapercibido en su país pero que, por un maravilloso aleteo de mariposa, se convirtió en una referencia cultural, social y revolucionaria en Sudáfrica. Pero él nunca lo supo.

Si conocen a Rodríguez, ya saben de lo que les hablo. Si son tan afortunados como yo y no intuyen absolutamente nada de la vida y obra de este artista americano, ‘Searching for Sugarman’ les emocionará sin remedio y se inyectará en su memoria como una dosis somnífera del ‘Origen’ de Nolan. El paseo por su música es evocador, las imágenes de Bendjelloul inspiradoras y la vida de Rodríguez apasionante.

Pocas películas han conseguido desmenuzar con tanta precisión la cima y la profundidad del éxito. El gran acierto de la película es centrar la reflexión en la fuerza de la vocación, siempre superior a la fama pasajera y ecuánime con el talento sincero. Aunque sea a costa de una vida –o de una muerte–  que no se escriba con letras de oro y portadas en revistas. ‘Searching for Sugarman’ y Rodríguez dejan huella.

De Granada a Santiago: el reencuentro con el camino

“Los caminos son así: empiezas siendo y terminas queriendo ser”. Creí que nunca encontraría una buena excusa para volver a usar esta frase. La utilicé en la crítica de ‘The Way’, de Emilio Estévez (2010). Una película intrascendente para el cine pero todo un baúl de recuerdos para los que, alguna vez, compartimos el Camino de Santiago.

Por más que pase el tiempo, el lazo es tan fuerte que una sola mirada entre peregrinos es capaz de concentrar el olor del albergue, el sabor de las estrellas fugaces, la música de la mochila y el mismísimo tacto del humo del botafumeiro. El Camino es una aventura sinestésica, en la que toda verdad se magnifica aunque carezca del más mínimo sentido. Porque por algún extraño hechizo -llámenlo deseo, esperanza, fe-, el dolor más intenso se hace soportable y cada sorbo de agua -cada flor, cada soplido, cada colina- es una señal inequívoca de que vas a conseguirlo: entrar en la Universidad, sacar las oposiciones, escribir una novela, ser un buen padre, perdonar a un hijo…

Hace más de diez años desde que mi pandilla y yo, recién sacada la selectividad, marchamos a Santiago. Y aún hoy me es imposible no sentir una empatía absoluta por el peregrino que va o el peregrino que viene. Imaginen, entonces, la sensación tan eufórica que sentí al ver el documental ‘El Camino del Norte: El Reencuentro’, realizado por un grupo de granadinos bajo la siempre atenta mirada de Álex Cámara.

Qué quieren que les diga, para los que estuvimos allí es como abrir un álbum de fotografías en el que sus protagonistas dependen de los ojos que miran. Es como leer una novela y sentir que vuelves a casa, que vuelves a aquella tarde soleada, a aquellos pastos húmedos, a aquella gente que conociste entonces y que no volviste a ver después. Pero que no abandonan tu recuerdo.

Al igual que ‘The Way’, ‘El Camino del Norte: El Reencuentro’, es una excusa para revivir anécdotas, para recordar a los que ya no están y a los que están pero han cambiado. Para enaltecer la promesa o para resucitarla. 45 minutos de documental que pueden ver a continuación y que les servirán -como a Álex, Santi, Carlos, Alejandro y Migue- para desear, otra vez, un buen camino.

Peregrino que subes montes

para ver horizontes

Alma errante y dolorida con hambre de verdades

que busca soledades

 

Para tener compañía,

mente vagabunda peregrina,

que vuela más que camina,

que aún no llega, y ya se va

 

Tu Camino va a Santiago, y tú…

¿a dónde vas?