Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!

La elección del título español, pese a que es horripilante, es muy acertada: ‘Resacón 2: ¡Ahora en Tailandia!’ ¿Por qué? Porque es exactamente la misma película que vimos hace un par de años pero, ahora, en Tailandia. Y al decir ‘exactamente’, quiero decir secuencia a secuencia. El desencadenante de la historia es el mismo, el nudo está forjado en las mismas tensiones y el final repite el mismo esquema para resolver el embrollo. Por todo este párrafo casi cacofónico es por lo que las críticas internacionales han sido muy duras con la película de Todd Philips. Y tienen razón: son los mismos chistes bárbaros, irreverentes y políticamente incorrectos de la primera entrega… Pero qué panzá de reír, niño.

A ver. Aquí sucede lo que yo llamo la ‘teoría Manuel’. Verán: Manuel es un amigo que tiene un repertorio de chistes infinito. El tipo puede estar contando uno detrás de otro durante toda la noche (true story). La cosa es que a sus amigos, como le hemos escuchado tantas veces, algunos ya nos empiezan a sonar repetidos. Pero claro, los cuenta con tanta gracia, con tanto desparpajo, que nos partimos de risa igualmente. Con ‘Resacón 2’ se cumple la ‘teoría Manuel’: si te lo pasaste bien con la primera, también lo harás con la segunda. Es así de simple.

Ahora bien, el efecto sorpresa de la original es impensable. De hecho, nadie podía suponer el éxito que cosecharía la de Las Vegas -la mayoría de los que fuimos al cine a verla nos quedamos a cuadros: es una gran comedia- y, claro, esta vez, era difícil entrar a la sala sin unas expectativas atroces.

La sonrisilla socarrona que se les quedará al final de la proyección está asegurada. En gran medida por la nueva sesión de fotos del viaje -inconmensurables- y por el gusto de ver, otra vez, a Zack Galifianiakis, el cómico que roba toda la atención de la cinta. Qué grande eres, Zack.