Más allá del tiempo

Junto a la mesita de noche, como todos ustedes, tengo una de esas fotos que siempre se miran con nostalgia y se saborean con una ristra interminable de anécdotas. De pie, junto a mis compañeros de clase, somos los reyes del curso 1998-1999. Sé a ciencia cierta que yo soy el imberbe orejón de la última fila. Pero, por más que miro, no me reconozco. A veces imagino que vuelvo al pasado y entablo conversación conmigo mismo. No tengo muy claro qué me diría, pero creo que ambos nos daríamos la mano como dos ajenos que se acaban de conocer.

Clare (Rachel McAdams) ha estado enamorada de Henry (Eric Bana), un librero de Chicago, toda su vida. Ella cree que están destinados a estar juntos, a pesar de que no sabe cuándo tendrán que volver a separarse: Henry es un viajero en el tiempo, castigado con una rara anomalía genética que le hace vivir su vida en una escala de tiempo cambiante, saltando y retrocediendo a través de los años sin ningún control. A pesar de que los viajes de Henry obligan a la pareja a separarse sin ninguna advertencia, y sin saber cuándo volverán a reunirse, Clare intenta desesperadamente construirse una vida con su verdadero y único amor.

Para Henry, el mundo es una línea intermitente que va y viene, uniendo conjuntos matemáticos que, en teoría, eran incompatibles. Mientras que todo lo que gira a su alrededor cambia a un ritmo frenético, sólo una constante marca sentido a la rutina: ella. Rachel McAdams, preciosa, es la única que, sin alterar sus agujas, recibe y despide al viajero. ‘Más allá del tiempo’ es una de las películas más conciliadores de los últimos tiempos: les encantará a ellas y, ellos, no se quejarán mucho.

Bajo la estela de un género muy peculiar (Regreso al Futuro, El día de la marmota), Bana y McAdams, muy conectados, recuerdan a los ya míticos Desmond y Penny de Lost. Protagonistas de una historia de amor a través del espacio y el tiempo obcecados en demostrar que si cambias tú, cambia el mundo. Y que son los demás los referentes que dan sentido al mágico y caprichoso ‘tic, tac’ que a unos mata y, a otros, hace eternos.