The Amazing Spiderman

Estrenar una película de Spiderman es un gran poder comercial. Y eso, amigos, como bien saben, es una gran responsabilidad. Renovar una saga que aún sabe tan reciente es una barbaridad, sin importar el equipo técnico o artístico que la refrende. No era necesario contar otra vez el origen del hombre araña, por muy buenas intenciones que tuviera Marc Webb. Es como si algún mendrugo apostara por hacer el remake de ‘El Señor de los anillos’ (tiene los mismos años que el Spiderman de Sam Raimi).

Es cierto que Andrew Garfield es un dignísimo Peter Parker. De hecho, su compromiso con el personaje y su visible pasión por el cómic otorgan al personaje el carisma que Tobey Maguire no supo -ni pudo- aportar. El nuevo Spiderman tiene la chispa, los recursos, el ingenio y la presencia que requiere el héroe. Y, por supuesto, Emma Stone es una maravillosa Gwen Stacy, el primer amor de Parker -sí, antes que Mary Jane-, muy alejada de la sosa y empalagosa Kristen Dunst.

¿Es Marc Webb un mal director? En absoluto. Webb maneja la batuta con solvencia, moviendo la cámara con maestría y dibujando escenas poderosas, perdurables. Incluso Rhys Ifans, el Lagarto, es un malo aceptable.

El problema, como les decía, reside en el mal endémico del cine actual: «esto me suena de algo». Es imposible ver ‘The Amazing Spiderman’ sin entrar en comparaciones, sin lamentar que esta no haya sido la película original, la de hace diez años. Conocemos demasiado bien los detalles de la vida de Parker como para poder disfrutar la película sin retorcernos en la butaca.
Sin embargo, creo que la siguiente entrega –que la habrá y pronto– sí que tendrá algo nuevo, algo que realmente no espera el gran público, cumpliendo así la promoción que acompañaba a ‘The Amazing Spiderman’: «La historia que no nos contaron».