Jobs

Mientras el mundo entero parecía actualizar el sistema operativo de su iPhone, el pase de ‘Jobs’ arrancaba en la sala. La muerte del padre de Apple -esa misma muerte que tanto le motivó en vida- le confirió el estado de leyenda e inspiración para miles de emprendedores que interpretan su biografía como un pasaje sagrado del evangelio apócrifo del nuevo siglo. El legado de Steve Jobs es tan fuerte que ha alcanzado la categoría de superrealidad: no importa si fue o no verdad, no importa qué ni cómo sucedió; importa que hay un ejército de creyentes.

‘Jobs’ (Joshua Michael Stern) describe el nacimiento, declive y alzamiento de Steve (Ashton Kutcher, ‘El efecto mariposa’), un joven inconformista, promiscuo, consumidor de alucinógenos, maleducado, ególatra, carismático, manipulador y visionario. Desde su fugaz paso por la Universidad, hasta cómo él y su amigo Steve Wozniak (Josh Gad, ‘21:Blackjack’) construyen en un garaje los cimientos de Apple Computers, la empresa llamada a reinventar el concepto de la tecnología y el software. Y nuestra manera de entenderlo.

El film es una apasionante clase de Historia Moderna. Es como asistir a una lección magistral o leer un interesante libro de texto en el que se detallan las claves de un icono social y cultural. Un agradable y entretenido ejercicio documental, pero una terrible frustración como película. De repente, la imagen funde a negro y el metraje ha terminado, provocando una inevitable e insatisfactoria sensación en todo aquel que esperaba una aspiración más elevada. Tal vez ese éxito trascendente quede en manos del escritor Aaron Sorkin (‘La Red Social’, 2010), que prepara, con la ayuda del mismo Wozniak, otro guión, suponemos, más arriesgado.

Es innegable que la elección de Kutcher, pese a su mala prensa, es acertada. Gracias a un más que notable parecido con el auténtico Steve Jobs, borda una interpretación sensacional. Una pena que no sea más que un personaje de libro de texto y no la epopeya que merecía el cine. Una epopeya que sobrepasa los trámites lógicos de la mortalidad, con millones de personas instalando su iOS 7. Millones de personas pensando: ¿Lo habría hecho así Steve? ¿Respeta su imagen? ¿Su semejanza? Altares actualizados.

La precuela de Jobs

El discurso de Steve Jobs en Standford, en el verano de 2005, es, sin serlo, la mejor precuela de ‘Jobs’ (Joshua Michael Stern). Ocho años más tarde, su ‘Stay Hungry’ sigue emocionando por su terrible actualidad. Y puede que la pieza audiovisual no sea un referente cinematográfico, pero la interpretación, la voz y el compromiso en la voz del padre de Apple conforman una película inolvidable.

«Si vives cada día como si fuera el último, algún día tendrás razón». La frase la pronunció en uno de los discursos más bellos e inesperados que se recuerdan, mezclando su vida, su trabajo y una palabra que siempre ha estado asociada a Steve Jobs: vocación. Los 14 minutos del vídeo siguen siendo imprescindibles. Han pasado seis años y, sin embargo, ningún día tuvo más sentido aquella frase de «sigue hambriento, sigue alocado».

Las tres historias de Steve Jobs hablaban sobre «conectar puntos». Primero, desde su propio nacimiento y el origen de esa chispa que le llevó a crear Apple con 20 años. Después, con «el amor y la pasión» por su trabajo, algo que hizo que se recompusiera ante la adversidad y fundara algo tan mágico como ‘Pixar’, la creadora de la primera película de animación por ordenador, ‘Toy Story’. Y, por último, precisamente, sobre la muerte: «Recordar que voy a morir pronto es la herramienta más importante de la vida».

Steve Jobs se repetía: «Si hoy fuera el último día de mi vida, ¿haría lo que voy a hacer? No hay razón para no seguir… Nadie quiere morir, incluso los que saben que van a ir al cielo. Pero hay que renovar, lo nuevo sustituye a lo viejo y así debe ser».

«A veces la vida te golpea con un ladrillo. No perdáis la fe. Estoy convencido de que la única cosa que me ha mantenido en pie ha sido amar lo que hago. Tenéis que encontrar lo que amáis. Vuestro trabajo es una parte muy importante en la vida, y la única forma de queda satisfechos es creer que estáis haciendo algo grande. Amad lo que hacéis».

Steve Jobs, 1955-2011

Sin Compromiso

Ya perdí la cuenta. Pero tengo un amigo -todos tenemos uno así- que no hace más que recordarme que el ser humano nació para ser polígamo. En serio, el tipo va en plan científico y todo. “Mira -dice-, esto es muy fácil: tú puedes querer mucho a una persona, pero si te ponen delante a Alicia Keys, ¿qué haces? ¿No sería mucho más fácil dejar claro desde el principio de una relación que si aparece Alicia Keys no vas a tener más remedio que abdicar por una noche o dos?” Aquí el amigo, por otro lado, tampoco es que ligue mucho. Así que, ustedes verán.

La cosa es que Sir Ivan Reitman (a alguien que ha escrito y dirigido ‘Los Cazafantasmas’ hay que tratarle de Sir) quería jugar un poco con esa idea y el resultado fue ‘Sin Compromiso’, una comedia comercial que no defraudará al público del género pero que dejará un tanto chafados a los que esperen un trabajo con el marchamo Reitman. Y no porque la premisa no sea transgresora, de hecho, el punto de partida es genial: Natalie Portman quiere sexo. Esa idea vende. Y no necesita mucho más para que paguemos la entrada. Sin embargo, conforme pasan los minutos, los posibles giros de guion quedan demasiado velados. Demasiado evidentes. Demasiado típicos.

Adam (Ashton Kutcher; ‘Colega, dónde está mi coche’, ‘El efecto mariposa’) está enamorado de Emma (Portman) desde que fueron juntos a un campamento de verano, siendo unos niños. Años más tarde, después de la universidad, ambos se reencuentran y firman un ‘contrato’ por el que juran que no tendrán sentimientos el uno por el otro, sólo sexo. Lo que en lenguaje coloquial se conoce como ‘amigos con derecho a roce’.

La comedia intenta emular un poco de ciertos éxitos actuales, como ‘500 días juntos’ (Marc Webb) o la serie de televisión ‘Modern Family’. El problema es que se queda a medias de todo, sin llegar a ninguna cima meritoria. Pero, como sucede con este tipo de películas, es un divertimento estupendo si no van con otras expectativas al cine; perfecta para encender el modo encefalograma plano y disfrutar de gente guapa en la pantalla. No hace falta que la vean para saber si les va a gustar o no, ya saben lo que hay.