Boyhood, crecer en una película

Richard Linklater ha sabido aprovechar el tiempo como si fuera el viento del que el capitán tira para llegar a puerto. La trilogía protagonizada por Ethan Hawke y Julie Delpy (’Antes del Amanecer’, ‘Antes del Atardecer’ y ‘Antes del Anochecer’) es un romance situado en tres épocas distintas y reales en las que los años y la experiencia cambian el punto de partida, el destino y la perspectiva de los personajes. Linklater, sin embargo, da un paso más allá: ¿Y si incorporásemos al tiempo como un intérprete más, no como una excusa? Así nació ‘Boyhood’.

En el año 2002, el director decidió rodar una historia que contara el paso del niño al hombre de una manera única. ¿Cómo? Respetando el tiempo real. Cada segundo. Seleccionando a un equipo de actores que sufrieran en sus carnes el paso de los años y que aceptaran participar en un rodaje que iba a durar, atención, doce años. Doce.

Esta semana se ha publicado el tráiler de la película y, la verdad, es emocionante. Es llevar al extremo la ideal del time-lapse, de la elipsis, para contar una vida real desde la ficción. Linklater contrató a un niño, Ellar Coltrane, para que interpretara a su protagonista. Catorce años después, nos lo presenta hecho un adulto, capaz de entender el proceso por el que ha pasado. Una suerte de ‘El Show de Truman’ (Peter Weir, 1998) en la que estoy deseando profundizar.

La crítica estadounidense la ha encumbrado, a falta de unas semanas para su estreno. A este lado del océano tendremos que esperar un poco más, hasta finales del próximo mes de septiembre, pero si ellos, el equipo de rodaje, ha aguantado catorce años de rodaje para ver terminada su película, ¿cómo no vamos a hacerlo nosotros? Por cierto, Ethan Hawke también encarna al padre del protagonista, lo que le convierte, probablemente, en uno de los grandes viajeros del tiempo –sin serlo– del cine.

Disfruten del tráiler de Boyhood

La Purga: La noche de las bestias

Una noche al año, todos los delitos están permitidos. Todos. Durante doce horas usted podrá asesinar a su jefe, violar a su vecina, robar en el centro de la ciudad y quemar su banco. Es libre de actuar con la violencia, brutalidad e indiferencia que usted desee. Por otro lado. Claro. El resto también podrá ejecutar sus oscuras ambiciones con usted. Es la noche de las bestias: ‘La Purga’. Un sistema creado por los nuevos padres de los Estados Unidos de América que, casi como profetas, han forjado una religión a su alrededor. Un sistema que provoca que, durante el resto del año, la delincuencia sea mínima. ¿Qué haría usted?

La premisa de ‘La Purga: La noche de las bestias’ es morbosa. Y extraordinaria. Una idea original, imprevista y con un cierto grado de crítica social que casa muy bien con la terrorífica visión de su director y guionista, James DeMonaco. Es imposible que el misterio que conlleva esa noche de exterminio y de barbarie no llame su atención. Algo que es de agradecer, después de tantos remakes, ideas manidas y películas que versionan los éxitos del género.

En la película de DeMonaco viviremos la noche de la purga en casa de James Sandin (Ethan Hawke), un vendedor de sistemas de seguridad que pretende pasar una apacible madrugada con su mujer Mary (Lena Headey) y sus hijos Charlie (Max Burkholder) y Zoey (Adelaide Kane), gracias a una casa perfectamente aislada; una fortaleza. Pero, ¿qué pasaría si se colara un desconocido antes de que se ejecute el programa de cierre?

‘La purga’ merece un visionado nada más que por su idea. Su desarrollo, ya es otro capítulo. Es entretenida y fácil de digerir. La violencia no es desmesurada, nada parecido a ‘Saw’. Pero abusa demasiado de los planos oscuros, del juego con la linterna y de la conocida técnica ‘nos libramos en el último minuto de que nos rebanen el pescuezo’. Nudo y desenlace bajan la nota media final, pero estoy convencido de que si les gusta la presentación, no se irán con mal sabor de boca.

Antes del antes

Hace poco, un tipo me dijo que no había visto ‘Regreso al futuro’. Le pregunté que cómo era posible. E insistí en todos los matices de la pregunta. Más que nada, por la alta probabilidad de que pongas la televisión un sábado por la mañana y te encuentres a Marty al volante del Delorean, en cualquiera de sus entregas. Pero que no, que no la había visto. «Nunca». Lejos de reprobar, le confesé mi más sincera envidia. ¿Se imaginan llegar al cine -o al salón de su casa- y encontrarse con una película tan fantástica?

Al tiempo escuché una conversación entre dos compañeros, en la redacción del periódico. Uno decía que no había visto ‘El club de la lucha’, no por nada, sino porque nunca le había llamado la atención. Lo de la violencia y eso, decía. El otro, asombrado, le invitó a que la buscara en el videoclub y la viera con atención porque es mucho más de lo que aparenta. Yo, que no podría estar más de acuerdo con la sugerencia, volví a pensar: «qué envidia».

Y en esas estoy cuando Amanda, la documentalista que ‘te recuerda’, me cuenta que se muere de ganas de ver ‘Antes del anochecer’, que le encantan las otras dos, que son dos joyitas. Y me pregunta si la he visto ya. Pues no, respondo, no he visto la tercera ni ninguna de las dos anteriores. «¡Qué envidia!», exhala, «te van a encantar», añade, «ojalá no las hubiera visto y me las encontrara de golpe».

La trilogía protagonizada por Ethan Hawke y Julie Delpy cuenta con toda una generación enamorada de ellos y de su forma de hablar. Y yo, sin embargo, la he esquivado casi sin querer, apuntándola cada cierto tiempo en la lista de pendientes. Me he propuesto ver ‘Antes del amanecer’ (1995) y ‘Antes del atardecer’ (2004), antes de que quiten ‘Antes del anochecer’ de las salas. ¿Ven? Antes del antes.

Así podré decir aquello de «qué envidia» cuando conozca a alguien que no la haya visto. O lo mismo le recomiendo que vea otra vez ‘Regreso al futuro’ o ‘El club de la lucha’. A saber.

Los amos de Brooklyn

‘Los amos de Brooklyn’ empieza como un capítulo de ‘The Wire’. Un diálogo repleto de matices callejeros, de ‘fucks’ metódicos y de tráfico de influencias que procuran un clima perfecto para que el primer balazo nos pille por sorpresa. A partir de ahí, la película de Antoine Fuqua (‘Training Day’, ‘El Rey Arturo’) se convierte en un oscuro ensayo sobre la desesperación en las calles del barrio neoyorquino.

Ethan Hawke es un policía antidroga que asesina a un traficante para llevarse su dinero. Richard Gere patrulla la calle 65 con la agonía del que odia su trabajo. Y Don Cheadle es un agente doble infiltrado en una banda de narcos liderada por Wesley Snipes. Las tres historias marchan independientes a lo largo de todo el metraje para encontrarse únicamente al final, lo que nos regala un tríptico muy amplio de las perversiones, la corrupción y la pólvora que apesta las calles de Brooklyn.

La angustia de Hawke, la derrota de Gere y la tensión de Cheadle son, sin duda, el eje de una película que, de no ser por ellos, caería en un saco repleto de lugares comunes. Y pese a que Fuqua se mueve con comodidad en el género, da la sensación de que se empeña en hacernos creer que la película repite el éxito de ‘Training Day’ más que en conseguir el propio éxito. El ritmo pausado, tenso, favorece las interpretaciones pero no el desarrollo de una historia que se pierde en las mismas sombras que acechan a los protagonistas.

En cualquier caso, los amantes de las series policíacas, con extra de suciedad, que apelan a los cinco sentidos, no se defraudarán con el relato de ‘Los amos de Brooklyn’. Además, ver a Wesley Snipes en un papel dramático que, además, borda, produce una extraña sensación de confort. Y si, después de todo, ¿el bueno de Blade era un artista del método?

Daybreakers

‘Daybreakers’ nace de una premisa original: ¿Qué pasaría si los vampiros, una raza marginal y disgregada por todo el planeta, terminara convirtiéndose en la punta de la pirámide evolutiva, por encima del hombre? ¿Qué pasaría si hubiera tantos vampiros que los humanos, en su mínima expresión, no fueran más que ganado y envases de sangre fresca? Los hermanos Spierig, directores y guionistas de la cinta, tuvieron un chispazo creativo. Sin duda. Y no es poco teniendo en cuenta las últimas revisiones del mito vampírico, más cercanas a la telenovela venezolana que al terror que lo vio nacer. Pero los Spierig se quedaron en eso, en un prólogo interesante. El resto, decae por momentos.

La primera media hora goza de una estética oscura que enamorará a los más góticos de la familia. La ciudad en la que se desarrolla la historia hace su vida normal en las horas nocturnas y descansa durante el día, para evitar los rayos del sol. En el bullicio de una estación de metro, un tipo pide su café con sangre para llevar. Todos tienen ojos amarillos y colmillos afilados. Todos, sin excepción, vivirán para siempre… A no ser que sus recursos vitales se acaben: los seres humanos.

Hombres y mujeres son almacenados en grandes cubículos tipo Matrix. El problema es que la empresa que se dedica a gestionar la sangre se queda sin género. Ethan Hawke (‘Gataca’) interpreta a un científico dedicado a encontrar un sustitutivo de la sangre que pueda fabricarse artificialmente. Sin embargo, topará con Willem Dafoe (‘Spiderman’), el humano que lidera la rebelión contra los chupasangres y que, asegura, tiene la cura contra el vampirismo. Completa el trío Sam Neill (‘Parque Jurásico’), el malvado empresario dispuesto a sacar pasta del negocio de la sangre.

En conclusión, mediocre casquería vampírica que juega con la casuística tanto como con las casualidades en un guión que arranca del ingenio y termina en la inopia. Los amantes de las yugulares explosivas, las venas correosas y las salpicaduras de médula, disfrutarán con el estofado de sesos y demás bilis. Pese al intento, no le llega, ni de cerca, a ’30 días de oscuridad’, que la supera en todo.