José Sacristán rueda con el granadino César Ríos

Aún resuenan las palabras de José Sacristán en la gala de los Goya: «Muchas gracias. Se ha hecho de rogar, pero ha valido la pena esperar. Ha valido la pena esperar a gente joven con talento y con mucho coraje, que saben de cine, que lo aman y lo pelean. Porque hay que pelear muchísimo para hacer películas tan libres, tan valientes y tan amenazadas. Estoy Orgulloso de esta generación de cineastas, con coraje y talento (…) Este es un hermoso oficio, a pesar de todo». Lo que no sabíamos es que uno de esos jóvenes a los que se refería Sacristán era César Ríos, cineasta granadino.

Tras ‘El muerto y ser feliz’, Sacristán protagonizará el corto ‘El Ascensor de Romeo’, que dirige y escribe el talentoso –graben el apellido en sus listas de futuribles– Ríos. En el film, coprotagonizado por David V. Muro y Vanesa Lorenzo, Ríos denuncia la situación a la que se enfrentan los discapacitados físicos que habitan en inmuebles no adaptados para ellos. Un desafío que casa muy bien con la idea de películas «libres, valientes y amenazadas» del galardonado intérprete.

En toda la filmografía de César Ríos destaca su más que evidente compromiso con la sociedad, que ha arrastrado a actores de primera línea: Beatriz Rico, Rocío Muñoz, Elena Martín, Albert Coma, Marta Nieto o Carlota García, entre otros muchos.

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César Ríos, José Sacristán y Vanesa Lorenzo, durante el rodaje de ‘El ascensor de Romeo’

‘El ascensor de Romeo’ es su cuarto trabajo, tras rodar ‘El juego de Carlota’, ‘Cardiopatía, los corazones rebeldes’ (financiado por la Asociación de Afectados por Cardiopatías Infantiles de Cataluña, la Asociación Andaluza Corazón y Vida, la Asociación TodoCorazón de Murcia y la Asociación Corazón y Vida de Canarias) y ‘La teta que os falta’ (financiado por FECMA, federación española de mujeres con cáncer de mama, y aborda el tema de las mujeres mastectomizadas).

Con muchas ganas de ver sus últimos cortos –me chivan que, tal vez, pasen por algún festival andaluz–, la Red nos permite disfrutar de su primera obra, ‘El juego de Carlota’, en el que Ana Otero pasea por un lugar común al que todos terminamos volviendo: la infancia. ¿Lo vemos?

«El atractivo del tobogán consiste en que un niño sube a la altura de un adulto y cuando se cansa y siente vértigo, puede bajar y volver a ser inocente»

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