Paranormal Activity

El gran triunfo de Paranormal Activity es el crecimiento desproporcionado de la cartera de su director, Oren Peli, un primerizo de la (¿gran?) pantalla y que ya ha anunciado nuevos proyectos cinematográficos gracias a la desproporcionada recaudación de la cinta. Paranormal Activity es la metáfora del morbo. El interés creado a partir de una campaña publicitaria mucho más cara que el presupuesto total de la película (10.000 dólares). Es, según se barajaba en Internet, “la mejor película de terror de la última era”. Y sí, pánico da. De lo mala que es.

‘Actividad Paranormal’ podría haber sido el mejor video de Youtube de la historia, pero quiso ser una película y, amigos, ahí está el error. Las imágenes de la cámara estática en la habitación son muy inteligentes. La idea de ser testigos de cómo un fantasma se cuela entre las sábanas de nuestra cama, la convierte en una especie de ‘reality’ con gancho. Esa idea es la que sustenta todo el trabajo y, a partir de ahí, Peli rellena con lugares comunes aburridos e innecesarios.

Gracias a Youtube -el lugar del que nunca debió salir-, podemos ver el final original de la película y no el que hay en el cine, supuestamente ideado por Steven Spielberg. Digo “supuestamente” porque  es tan malo que los seguidores del director de Salvar al Soldado Ryan dudan de que haya hecho algo tan… tonto.

Supongamos que la película no se hubiera estrenado nunca en el cine. Supongamos que Oren Peli, en vez de escribir, montar, producir y dirigir una película innecesaria, decide subir a Internet un falso documental de cómo un fantasma pasa la noche con los dueños de un hogar americano. Si eso hubiera sido así, hoy hablaríamos de un director con posibilidades de futuro, un creativo visionario, un excelente maestro de la cámara. Lamentablemente, decidió hacer una película y poner todas las cartas sobre la mesa, lo que descubrió, demasiado pronto, que Oren Peli no es ninguna promesa.

Tras el Corazón Verde

-Marty, ¡tenemos que volver!

-¡¿Volver?! ¿Volver a dónde, Doc?

-Tenemos que volver al futuro

Este diálogo -que si no saben de qué película es ya pueden dejar de leer y, no sé, darse caramonazos contra la pared- refleja a la perfección la inmensa necesidad que tiene el cine de hoy, el que nos trae Hollywood, de renovarse. O morir, por favor. Por alguna extraña razón que aún estamos tratando de vislumbrar, la 20th Century Fox ha anunciado que producirá el remake de ‘Tras el Corazón Verde’ (1984, otra vez) con un guión de Dan McDermott (Eagle Eye).

Aún no hay actores seleccionados para sustituir a Michael Douglas, Danny DeVito y Kathleen Turner, pero teniendo en cuenta la enorme cantidad de veces que la hemos visto en la televisión, más de uno se podría presentar al casting con los diálogos ya aprendidos. En fin. El caso es que volvemos a subrayar, una vez más (Karate Kid, Cazafantasmas, Conan…) que hay más de uno que está faltico de nuevas ideas.

Pero justo cuando habíamos perdido la fe en los productores de Hollywood, aparece la revista Time y publica cuales son, a su juicio, los mejores estrenos del año 2009. Por orden: Tiana y el Sapo, Up y el Fantastico Mr. Fox. Tres películas de animación. Y, si las tres tienen sólo una décima parte de la calidad humana y espiritual de Up, me creo las palabras de TIME.

Y es que, en los últimos años, el cine está buscando resquicios por los que escaparse de los estereotipados prototipos de ‘éxito en taquilla’ para convertirse en mucho más que eso: obras maestras. ¿Qué pasaría si Up se presentara a los Oscar en la categoría de mejor película del año? Mi voto estaría claro. Sea como sea, regresemos al futuro, por favor.

Adventureland

Adventureland aprovecha la crisis económica que hoy vivimos para recordarnos que no es algo nuevo. Que cada cierto tiempo nos organizamos para sufrir las consecuencias de la macroeconomía, del desempleo y de la incapacidad de poder cumplir todas nuestras aspiraciones por no tener suficientes ceros en la cuenta corriente. Pero, sobretodo, Adventureland es un prólogo a la vocación encontrada.

Greg Mottola (Supersalidos) dirige una cinta en la que su protagonista, Jesse Eisenberg -uno de los actores jóvenes de moda en Hollywood junto a Michael Cera (Juno)- ve truncados sus sueños de ser un periodista trotamundos cuando su padre es descendido en su trabajo. Para ahorrar, coge un trabajo en el parque de atracciones del pueblo, en el que conocerá a todo tipo de personajes.

Destacan dos actores: Ryan Reynolds, otro de los tipos de moda que prepara dos películas del mundo del comic, Green Lantern y Deadpool. Y, el motivo amoroso, Kristen Stewart, toda una sorpresa porque, desde que vi las dos partes de la saga Crepúsculo, tenía muy asumido que la capacidad de actuar de esta chica era muy limitada. Para mi sorpresa, hace un papel entrañable, en un estilo que recuerda mucho a su trabajo en la imprescindible ‘Hacia rutas salvajes’.

Sea como sea, la magia de Adventureland recae por completo en Eisenberg, que con una cara, a priori, poco comercial, atrapa la atención de las cámaras y consigue hacernos revivir aquél día en el que trabajamos detrás de la barra de un bar, en una cafetería o repartiendo publicidad mientras soñábamos con el día en que cumpliríamos nuestra vocación. Eisenberg, por cierto, al que seguiremos en breve la pista con Zombieland.

El secreto de sus ojos

El secreto de sus ojos se resume en el espectacular monólogo de un Guillermo Francella (que interpreta a Pablo Sandoval) en estado de gracia: “Las pasiones nos definen, para bien y para mal”. La película de Juan José Campanella (Luna de Avellaneda, El hijo de la novia) versa sobre la parte más oscura de los impulsos del ser humano. Impulsos que, aunque nazcan de sentimientos como el amor, terminan en lugares oscuros, en presas del olvido, de la adicción, de la soberbia y, en el peor de los casos, del odio y la muerte.

Benjamín Espósito (Ricardo Darín), secretario de un Juzgado de Instrucción de la Ciudad de Buenos Aires, está a punto de retirarse y decide escribir una novela basada en un caso que lo conmovió treinta años antes, del cual fue testigo y protagonista. Su obsesión con el brutal asesinato ocurrido en 1975 lo lleva a revivir aquellos años, trayendo al presente no sólo la violencia del crimen y de su perpetrador, sino también una profunda historia de amor con su compañera de trabajo, a quien ha deseado y amado fervorosamente y en silencio durante años. La novela que escribe Espósito nos hace recorrer los años 70, cuando en Argentina se vivían épocas turbulentas, el aire estaba enrarecido y nada era necesariamente lo que parecía ser.

Ricardo Darín se convierte en un dandi como los de antes. Un personaje con encanto y trafondo al que decides creer desde el principio de la película. Incluso cuando sabes que se está equivocando. El Secreto de sus ojos mezcla, sabiamente, romance, suspense, drama, comedia y acción (memorable la escena de la persecución en el estadio de fútbol, rodada de un tirón, sin cortar un solo plano. Magistral Campanella) gracias al primer elemento del cine: el diálogo.

No se engañen, la película del año de Ricardo Darín -que parece que está en todas- no es ‘El Baile de la Victoria-, mucho más prescindible. El Secreto de sus ojos les hará estremecerse y les hará llorar como hacía tiempo que no lo conseguía una película. Apelen a la suerte de la cartelera y corran antes de que los estrenos navideños terminen de llevársela.

Ágora

Miramos al cielo en busca de la panorámica que nos haga entender. Soplamos al viento plegarias que nos definan reinos en la tierra y nombres santificados. Nos invitan a creer en la pureza y en la perfección, en el círculo. Somos círculos que naufragamos sobre otros círculos y construimos grandes torres que transforman la luz del Sol en la sombra y el cobijo que no nos dejan ver. Círculos con nombre de templo, monasterio, mezquita, palacio, oratorio, capilla, tamtra, oración, cruces, budhas, tridentes, candelabros, reencarnaciones y vidas eternas.

Llevamos siglos buscándonos en la perfección. ¿Y si, después de todo, lo que sea que implique la palabra Dios es, simplemente, imperfecto? ¿Y si somos óvalos de distintos tamaños y colores, exóticos, mezclados y originales? La inmensidad del Universo invita a clavar un punto fijo sobre lo que todo gire y de sentido. Las estrellas son la ciencia y la ciencia es, al fin, la vida: un reloj meditado y programado con raciocinio que, irónicamente, elige tener fe. Porque somos maravillosamente imperfectos. Eres el mayor de todos los dioses.

Todas las religiones tienen el mismo vicio en común: el amor. Y todas, sin excepción, matarían por él. Matan. El amor es la clave que los líderes convirtieron en excusa. Pero incluso cuando quitamos una vida seguimos siendo iguales. Hermanos. Todos culpables.

Al final de la película, con los créditos, el faro se apaga y, oscuros, las voces de siempre se alzan sobre el gallinero: “Si antes odiaba a la Iglesia, ahora la odio mucho más”. La chica, sin darse cuenta, había caido en la misma trampa que el resto de la Humanidad lleva siglos reescribiendo a sablazos: “Odio”. La Historia no culpa a ninguna cruz de la barbarie y no habla de tus creencias ni de las mías. Habla del “perdónales, porque no saben lo que hacen”. Habla de la belleza. Habla de lo iguales que somos cuando somos distintos. Habla de la imperfección. Habla de nosotros.

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