Lo que James McNulty vio y Walter White supo

Al final de la quinta temporada de ‘The Wire’, el detective James McNulty aparca el coche y observa la ciudad de Baltimore. La cámara, como si fuera un fantasma a punto de poseer a su víctima, se acerca poco a poco a sus ojos, perdidos en el infinito. Antes, justo antes de ver lo que McNulty ha tardado una vida en comprender, un leve movimiento de sus labios dibuja una sonrisa traviesa, de medio lado, tan cómplice como indiferente. Ante su mirada –y la nuestra– aparece el ciclo de las cosas, de ganadores y perdedores, un tráfico de milagros y pecados encadenados en una única historia.

Ayer, mientras veía el final de ‘Breaking Bad’, recordé los ojos de McNulty. Fue como cuando hueles a pan recién hecho y visualizas sin ningún esfuerzo la casa de tus abuelos. Al principio pensé en que ambas series tienen en común el nexo de lo prohibido, de la ambición, de la estimulante adicción a una droga irrefrenable: el poder. Creí que Heissenberg, al igual que Stringer Bell o Marlo Standfield, eran hijos de un mismo Dios. O demonio. Herederos de un espíritu emprendedor que no entiende de buenos y malos; sólo la familia.

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Entonces miré a Walter. El entrañable Walter. Walter White. Congelé el tiempo en su rostro, en las arrugas que se acumulan y el desaliño de su despedida. Busqué en su andar, en sus huellas sobre el metal, en la comisura de sus labios. Y descubrí que el profesor de química, el pintor del azul, el afortunado malhechor, lo supo. Supo lo que otros antes vieron.

No importa el lugar, si es Baltimore o Albuquerque, no importa el color de nuestra piel, el origen de nuestro apellido o la formación académica. No importan los patrones establecidos, las percepciones, los complejos ni la culpa. Importa lo que James McNulty vio y lo que Walter White supo: somos lo que somos. Somos imperfectos. Somos huraños y generosos, justos y traidores, sanadores y asesinos, amantes y enemigos. Incoherentes por naturaleza. Hierro y litio y sodio. Y eso, ese caos, es lo que nos hace, en suma, salvajemente bellos.

Deberías haber visto ‘The Wire’ y ‘Breaking Bad’. Bellas.

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La HBO compra 'Grupo 7'

Con este párrafo cerré la crítica de Grupo 7: “La pena es el pobre recibimiento del film en taquilla. Resulta descorazonador ver cómo una película tan excepcional se queda en ‘anécdota’ si no hay una promoción arrolladora. Sin embargo, estoy convencido de que ‘Grupo 7′ gozará del efecto ‘bola de nieve’ y, dentro de unos años, se hablará de ella con un evidente orgullo patrio. Siempre llegamos tarde. Pero que viva España”.

Treinta días más tarde, la bola de nieve ha crecido a una velocidad vertiginosa. El anuncio habla por sí solo: «La HBO emitirá ‘Grupo 7’». Alucinante. No sé si son conscientes del éxito tan bestial que supone la adquisición de la película española por la poderosa firma. Firma que nos ha relagado ‘Juego de Tronos’, ‘Hermanos de Sangre’ y, por supuesto, ‘The Wire’. Insisto en esta última porque fuimos muchos los que hemos gustado en llamar a ‘Grupo 7’ el ‘The Wire andaluz’. En serio, no salgo de mi asombro: qué orgullo, leñe.

Por un lado, la adquisición por la HBO es grande porque no se trata de una productora americana que insulta al filme original realizando un remake yanqui. No. La HBO, probablemente la cadena con mejor imagen en el mundo audiovisual por asegurar una calidad sobresaliente, ha visto en ‘Grupo 7’ una oportunidad de vender talento. Al otro lado del ring, la noticia no deja de hurgar en la llaga, la herida visible y vergonzosa de un público, el nuestro, que no sabe apreciar una gran película si no viene precedida por una promoción made in usa.

¿Qué debería suceder ahora? Hordas de espectadores montando en cólera por haber perdido la oportunidad de ver ‘Grupo 7’ en el cine y pidiendo, a gritos, un reestreno cómplice. ¿Qué sucederá? Habrá un silencio rabioso que durará hasta que la HBO la convierta en un éxito internacional. Entonces sacaremos pecho.

David Mills

David Mills y David Simon era dos colegas que trabajaban en un periódico de Nueva York. Ambos se movían como pez en el agua en los barrios más conflictivos de la ciudad. Eran un oído más en las comisarias de policía y en las rondas de sucesos. Animales de la calle -por aquí tenemos algunos ejemplares que pueden leer a diario: Rocío Mendoza, M. V. Cobo… – que fisgoneaban antes y llegaban pronto. Llegaron a conocer tan bien a los traficantes de droga y sus jergas y diretes, que un día, los David, decidieron escribir una historia para televisión. Desde la primera palabra, sus guiones se ganaron el respeto de cine y televisión porque rezumaban tanta autenticidad que no eran comparables con ningún otro diálogo antes visto en la pantalla.

Su gran éxito es, sin duda, la serie de la HBO ‘The Wire’. Un drama policial que analiza cómo el tráfico de drogas es un emporio que influye en todos los aspectos de la vida de una ciudad: política, negocios, salud, educación… Hay una escena en particular que, desde que se emitiera por primera vez en 2002, se ha estudiado en las clases de guión de todas las escuelas del mundo. Y, lo más fascinante, es que sólo se pronuncia una palabra que se repite incesantemente durante cuatro minutos: ‘Fuck’ (‘joder’). Este brillante diálogo entre dos detectives en la escena del crimen es tan sofisticado -cada ‘fuck’ está acompañado de una mirada, un guiño, un descubrimiento, una pista- que sólo un grande podría escribirlo sin parecer soez.

David Mills murió el jueves santo con 48 años por un aneurisma cerebral. Estaba supervisando un capítulo de la serie ‘Treme’, la nueva apuesta de la HBO.  Simon dice que Mills era una de esas personas con las que te gusta discutir porque, aunque esté mentando a todos tus familiares muertos, consigue despertar una pasión por el tema que hace que nunca le pierdas el respeto.

Los detectives y policías de cine y televisión le deben mucho a Mills. No era una persona mediática, desde luego. Pero como periodista, guionista y escritor era un fenómeno. Y, para alguien que componía música cuando escribía y dominaba tan bien el ritmo en el lenguaje sólo se me ocurre un panegírico que le haga justicia: Fuck.