Robin Hood, príncipe de los ladrones

Recuerdo muy bien la noche en que mis padres trajeron a casa la nueva televisión. Yo era un zagal distraído y tragón que disfrutaba de la época por excelencia del mantecado -no han cambiado tantas cosas-. Sentados en los sillones del salón, los pequeños de la casa mirábamos la enorme pantalla de 20 pulgadas que rellenaba un hueco del que, hasta entonces, no habíamos sido conscientes.

Como la familia que recibe a un nuevo miembro, la mimábamos hasta el exceso. No en vano, por aquel entonces la televisión nos daba dibujos animados por la mañana, series por la tarde y película por la noche, al contrario que ahora: corazón, realities, corazón. En fin, dejaré la tele para el señor Esparza -mi vecino, a dos páginas-. El caso es que aquella noche que tuvimos la tv en casa vi, por primera vez, ‘Robin Hood, Príncipe de los Ladrones’. Y me encantó.

Hasta entonces, Robin Hood era un personaje con perilla y en blanco y negro que había visto en casa de mi abuela. Épica y aventura llenaron mi cabeza de pajaros y pasé todas las vacaciones jugando a ser Kevin Costner con un arco que me construí en el campo.

La cinta de Kevin Reynolds (que luego repetiría con Kevin en la desastrosa Waterworld) fue rodada en 1991. Desde entonces, nadie se había atrevido a retomar, con puntería, la historia del noble convertido en rey de pícaros. En 2010, 19 años después, el siempre memorable Ridley Scott hace su particular versión del héroe de Nottingham con un protagonista de lujo: Russel Crowe. Una película que, sin serlo, rezuma aromas de ‘Gladiador, segunda parte’.

Discursos de reyes

800 balas: «En la vida hay momentos jodidos, pero jodidos de verdad. Muchos más de los que tú te puedes imaginar. Eso no hay Dios que te lo quite. Hay que aprovechar los intervalos entre putada y putada. No divertirse cuando uno puede es el mayor pecado del mundo».

Conan: «Crom, jamás te había rezado antes. No sirvo para ello. Nadie, ni siquiera tú recordarás si fuimos hombres buenos o malos. Por qué luchamos o por qué morimos. No. Lo único que importa es que dos se enfrentan a muchos, eso es lo que importa. El valor te agrada, Crom. Concedeme pues una petición: Concédeme la venganza. Y si no me escuchas… ¡Vete al infierno!

Guerrero Nº13: «He aquí que veo a mi padre. He aquí que mi madre, a mis hermanos y mi hermanas. He aquí que aquí que veo el linaje de mi pueblo hasta sus principios. He aquí que me llaman, me piden que ocupe mi lugar entre ellos, pero en los atrios de Valhala, el lugar donde viven ¡los valientes! Para siempre.

Gladiador: «Me llamo Máximo Décimo Meridio. Comandante de los ejércitos del Norte. General de las legiones Fénix, leal servidor del verdadero emperador Marco Aurelio. Padre de un hijo asesinado. Marido de una mujer asesinada. Y alcanzaré mi venganza, en esta vida o en la otra.

Blade Runner: Yo, he visto cosas que vosotros no creeríais. Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto rayos D brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tanhausser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo, como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir.

Sin Perdón: «Os recomiendo que enterréis a Ned. Y otra cosa. No se os ocurra maltratar a ninguna otra puta. Porque volveré y os mataré a todos, hijos de perra».

LOTR: «Veo en vuestros ojos el mismo miedo que encogería mi propio corazón. Pudiera llegar el día en que el valor de los hombres decayera, en que olvidáramos a nuestros compañeros y se rompieran los lazos de nuestra comunidad. Pero hoy no es ese día. En que una hora de lobos y escudos rotos rubircaran la consumación de la era de los hombres. Pero hoy no es ese día. En este día lucharemos. Por todo aquello que vuestro corazón ama de esta buena tierra os llamo a luchar.

300: «Ahí están los bárbaros desalmados con el corazón encogido y tembloroso el pulso. Aterrorizados pues son conscientes del despiadado y brutal horror que sufrieron frente a las espadas y lanzas de los 300. Y ahora, desde el otro lado de la llanura, contemplan a diez mil espartanos a la cabeza de 30.000 griegos libres… ¡Au!» El enemigo únicamente nos triplica en número, alentador para cualquier griego. En este día liberamos al mundo del misticismo y la tiranía y damos la bienvenida al futuro más esperanzador que hayamos imaginado. Demos las gracias a Leonidas y a sus 300 valientes, ¡hacia la victoria!

Podría pasarte a ti

La suerte tiene mucho de cine. Y el cine tiene mucho de suerte. El concienzudo estudio de las repercusiones de acertar una serie determinada de números, en un orden concreto y en un momento exacto del espacio-tiempo es una institución en la gran pantalla. Con un regustillo a sobremesa, Nicolas Cage protagonizó hace una veintena de años ‘Podría pasarte a ti’. La historia de un policía de Nueva York que le dice a una mujer que acaba de conocer que si le toca la lotería compartirá el premio con ella. Y, como dictan las leyes de la casuística americana, gana. Y se enamoran. Y retozan… Como pueden ver, una historia humana, emotiva, pastelosa y, por supuesto, increíble.

Pero la mejor película de la historia del cine que trata, de alguna manera, el tema de la suerte es -no admitimos discusión- ‘La Loca Historia de las Galaxias’. La maravillosa parodia de Mel Brooks cambia la mágica ‘Fuerza’ de los Jedi por la ‘Suerte’ del maestro Yogur, cuya reflexión cumbre sobre la fortuna es: “La suerte se esconde en un anillo que encontré en una caja de cereales”.

Un sabio dijo: “La lotería es el impuesto que cobra el Estado por no saber estadística”. Números, matemáticas y lógica se posicionan al otro lado de la balanza. Son muchos los guiones que versaron sobre los grandes ‘cocos’ de la humanidad, pero hoy debemos honrar a una de las mentes más privilegiadas e incomprensibles de nuestra historia: Kim Peek.

Peek murió el pasado sábado. Él fue la inspiración de ‘Rain Man’, con la que Dustin Hoffman inició la saga de películas protagonizadas por personajes ‘extravagantes’. Este tipo había memorizado 4.000 libros, el mapa de carreteras y los códigos postales de todos los estados de USA y sabía poner nombre y apellidos a cualquier día del calendario. Entre otras muchas virtudes. Sin embargo, no pudo bailar, no pudo cantar, no pudo amar. Como en el cine, la suerte y la lógica son personajes caprichosos.

Los cinco adioses de Britanny Murphy

Las estrellas de Hollywood no mueren, se apagan. A no ser que las circunstancias que rodeen al trágico incidente sean inquietantes.

Brittany Murphy ha muerto. Tal y como pasó con Heath Ledger, su final no está acompañado por una poderosa fanfarria y un brindis con el que cerrar los títulos de crédito de una vida contada en dos horas. Un paro cardíaco que suena a punto final deja la carrera de una actriz en pleno ascenso al éxito en tierra de nadie.

Más allá de la -enorme- calidad de ‘El Caballero Oscuro’, la morbosa campaña de marketing que suponía ver al Joker más vivo que nunca fue tan triste como efectiva -no tanto con el Imaginario del Doctor Parnassus, que pasó más desapercibida-. La ya añorada Murphy deja pendiente en cartelera cinco estrenos para 2010, una cantidad que justificaba su categoría de estrella fugaz: ‘Abandoned’, ‘Something Wicked’, Shrinking Charlotte’, ‘Poor Things’ y, sobre todo, ‘The Expendables’.

The Expendables será lo que Batman fue a Ledger. Una película que ya contaba con un tirón más que importante gracias al enorme elenco que ha reunido su guionista, director y protagonista (y artista, por qué no) Sylvester Stallone: Jason Statham (Transporter), Jet Li (Arma Letal 4), Dolph Lundgren (Soldado Universal), Mickey Rourke, Bruce Willis y Arnold Schwarzenegger (los tres no necesitan presentación, supongo).

Murphy deja en su haber dos buenas películas: 8 millas y Sin City. Ambas con papeles modestos que no justifican una despedida tan lamentable. Sea justo el cielo y, después de ver sus últimas películas, podamos hablar de otra estrella que se apaga. A fin de cuentas, caer en el olvido es la peor de las muertes para un artista. El tiempo dirá.

Donde viven los monstruos

Es agotador explicar por qué los guisantes congelados son asquerosos a una persona que sólo atiende a razones. Maldición, no, no los he probado nunca y no me hace falta para saber que no me gustan. ¿Por qué vale más tu lógica aplastante que mis pasiones a flor de piel? No lo entiendo y grito. Grito, pataleo y tiro la silla de una sola embestida. Corro sobre el sofá, salto y bailo al mismo tiempo; odio los guisantes y amo la diversión que me produce esquivar la cuchara. Vienen a por mí. Puede que sean más grandes y más fuertes, pero ninguno de ellos podrá, jamás, entrar en mi fortaleza secreta. Allí donde sólo viven los monstruos.

Jugar a la guerra no es pedagógico, didáctico ni coeducativo… ¿Pero cómo se aprende eso en un libro? ¿Se acuerdan cuando llegábamos a casa con los codos desollados y las rodillas en carne viva pero con una sonrisa satisfecha en la cara? La mercromina y el agua oxígenada eran la poción maternal que nos curaba después de una cruenta batalla de terrones de arena. Nuestro bando, el de los buenos, había ganado a costa de las heridas de otros. Habíamos retozado por el suelo como croquetas y, pese a la sangre vertida, fue haciendo el salvaje cuando más orgullosos nos sentimos de nuestros amigos.

En aquella época sólo había un problema lo suficientemente importante como para aislarnos del mundo: el nuestro. Daba igual si en clase nos explicaban que el Sol iba a morir, ¿a quién le preocupa algo tan insignicante como el Sol cuando tú y todo lo que te rodea cambia? ¿Qué pasó con mis dientes de leche? ¿No seré un niño nunca más? ¿No volveré a divertirme porque el Sol se va a apagar? Una vez más, la lógica aplastante es tan…aplastante.

Todos estamos compuestos por un puñado de enormes monstruos que perfilan cada uno de nuestros errores y misterios, esos pecados que nos hacen gritar sin sentido. Que nos hacen tan humanos. ‘Donde viven los monstruos’ es una película infantil dirigida a los adultos que se estrena con la suerte de compartir cartelera con ‘Avatar’. Mientras James Cameron utiliza la tecnología para crear un mundo palpable, Spike Jonze dirige un mundo poblado por enormes peluches que transmiten vida. Monstruos que aúllan a un horizonte de madurez que poco a poco gana espacio sobre la incalculable imaginación de un niño de 8 años. Y es imprescindible que usted, adulto, recupere esa imaginación. ‘Donde viven los monstruos’ es el lugar adonde van sus hijos cuando no se comen los guisantes congelados y del que usted escapó, a regañadientes. El lugar donde aprendimos a hacer el salvaje y el lugar en el que niños y adultos comparten ilusiones latentes.