Tomorrowland, para imaginar

Imagine lo que quiere que suceda mañana. Mañana, un día en el futuro en el que todo es posible desde el momento en que lo visualizamos en el mundo de las ideas. Ideas, motor de genios de mirada inquieta, más preocupados por trabajar que por decir que trabajan más que nadie. Nadie, porque nadie es más que nadie y necesitamos líderes en la ciencia, pero también en la política, en la cultura, en el arte, en la gastronomía… en lo que sea. Sea, pues, lo que dicte su imaginación. ¿Se imagina?

Brad Bird (‘El gigante de hierro’, ‘Los Increíbles’) dirige ‘Tomorrowland’. Un entretenido relato de ciencia-ficción que cumple con su fundamento más radical: imaginar. El guion de Bird y Damon Lindelof (‘Perdidos’, ‘Star Trek: En la oscuridad’) es fresco, distinto e inspirador; con una sana intención de honrar a los clásicos y no de reinventarlos. Y es que la película de Disney es, por encima de todo, una película de Disney. Es decir, una película a la que asociamos elementos ‘tradicionales’ de la casa de Mickey: es divertida, espectacular, familiar y con moraleja.

Casey Newton (Britt Robertson, ‘El viaje más largo’) y Frank Walker (George Clooney, ‘Gravity’) son dos niños que ven un futuro muy distinto. El hecho de que nacieran con treinta años de diferencia no varía lo único importante: ambos quieren entrar en ‘Tomorrowland’. Un camino que les llevará a enfrentarse al único problema que no tiene solución… ¿O sí?

El ejercicio de creatividad e inventiva de Bird es, curiosamente, un fiel reflejo de la crisis actual. Qué hermosa secuencia final, en el pasto, la que cierra el discurso unificado de Newton y Walker: la búsqueda del talento en todas partes, el miedo al cambio, el valor para afrontarlo… Imagine.

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Hay que ver Kung Fury

Cuando los niños del futuro estudien en clase de Historia los hitos de la era del Internet, aparecerá en negrita la pequeña película sueca que reventó -en todos los sentidos- los cimientos de la lógica: ‘Kung Fury‘. ¿Que no les suena de nada? ¡Pero bueno! ¿Dónde han estado metidos durante los últimos meses? En fin, les cuento:

David Sandberg, un joven sueco con aspiraciones cinematográficas, publicó hace ya más de un año un tráiler de una supuesta película, ‘Kung Fury’. Desde el primer minuto en Youtube, su vídeo creció como la espuma. Era un ejercicio de imaginación ochentera tan brutal que la respuesta fue -casi- automática: ¿Y si hacemos la peli de verdad?

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Al poco tiempo, Sandberg lanzó una campaña de ‘crowfunding’ (eso de financiar entre todos un proyecto) para rodar el film al completo. Una vez más, en cuestión de horas el dinero estaba sobre la mesa. El resultado, como no podía ser de otra manera, llegó ayer a Youtube. Y es Brutal. Muy brutal. Brutalísimo. Una puñetera genialidad.

Es que no se me ocurre ninguna buena razón para que no vean ya ‘Kung Fury’, esa maravilla nacida de una orgía ochentera inenarrable: viajes en el tiempo, máquinas recreativas asesinas, dibujos animados de la vieja escuela, dinosaurios contra robots, Hitler haciendo artes marciales… Es un no parar. Qué gozada. Lo peor, probablemente, es que dura media hora. Solo media hora.

Un aplauso para Sandberg: productor, director, actor y guionista. Querer es poder, amigos.

¡KUNG FURY!

#ChiquitoDay (Oda al de la Calzada)

El añorado Pepe Carrol colocó en su plató a un hombre de sonrisa traviesa y ojos de niño que sumaba más años que un fistro diodenarl. Corría el año 1994 y el programa era ‘Genio y Figura’. De haber existido Twitter o Facebook o cualquier red que nos juntara a todos los pecadores en un mismo redil, Chiquito de la Calzada hubiera sido tendencia desde el primer ¡jarl!

Hoy es un día grande porque Gregorio Esteban Sánchez Fernández, el genio vaginarl, cumple 83 años. Chiquito de la Calzada fue una leyenda desde el primer día y, sin embargo, aún tardaremos demasiado en concederle una tribuna destacada en la Cultura. Chiquito será siempre uno de los mejores personajes de la picaresca española, un torpedo tan emblemático como el Lazarillo de Tormes o el Buscón de Quevedo. Sólo que en otra época, con otro estilo, con otra forma de entender la infinita capacidad de crear que brota de nuestra tierra.

Como les digo, en 1994 no había Internet, así que lo normal era hablar cara a cara. De repente, dos preguntas empezaron a formularse en la calle como dos derechazos de boxeo: «¿Conoces a Chiquito de la Calzada? ¿Te hace gracia?» Aunque no se lo crean, eran muchos los que decían que era un humor absurdo que no les hacía reír. Creo que les daba vergüenza confesar que se partían el ojeter con su inventiva cobarde.

El bueno de Chiquito creó –también– su propio estilo en el cine, consolidado en la trilogía del pecador: ‘Aquí llega Condemor, el pecador de la pradera’ (1996), ‘Brácula: Condemor II’ (1997) y ‘Papá Piquillo’ (1998). Con todo esto quiero decir que sobran razones para celebrar el #ChiquitoDay, el cumpleaños del genio y figura, el más jarl de los jarls. Nuestro Jackie Chan.

Predator: Dark Ages

Lo de las ‘películas fan’ está pasando a un nivel de profesionalidad impactante. No se pierdan el trabajo de James Bushe y su equipo: ‘Predator: Dark Ages’, en el que un grupo de cruzados y caballeros templarios se enfrentan a un Depredador. Brutal.

Verdes o Colorados

Con el tiempo he aprendido a desconfiar de todo el que tiene claro su voto desde el principio. Nunca creí en aplicar la lógica deportiva a la política, cosa que sucede con demasiada frecuencia. Tampoco creo en la política como una estética. Me revienta que se apliquen estereotipos ideológicos como si fueran una cualidad física (el hecho de llevar una camisa o un polo o zapatos; el hecho de llevar una camiseta o unos vaqueros o zapatillas). Nada es tan sencillo ni evidente. Y aceptar que en tu casa se hacen -o se han hecho- cosas mal, me parece un ejercicio sanísimo. Sin embargo, lo español va por otra línea: «la crítica constructiva no existe, o conmigo o contra mí».

Y, pese a todo, pese a que no me encuentro en esta amalgama de política carente de líderes, sí creo en el voto. Creo en votar. Creo en el acto de levantarse del sillón, salir a la calle, buscar una urna y lanzar la papeleta. Creo que lo que hacemos como grupo va por encima de lo que hagan después los políticos. Porque, a fin de cuentas, sus hechos serán los que, de alguna manera (de esa manera que es la peor de todas las opciones sin tener en cuenta a todas las demás), reflejen lo que somos.

Una sociedad que piensa lo que quiere ser demuestra salud mental. Lo contrario, dejarse llevar por la estética, porque ‘yo soy de este partido’ o por el ‘esto no sirve para nada’, es como querer tirar un muro a voces. Votar. Votar lo que sea, pero votar. Votar a conciencia. Eso es dar un martillazo en la piedra.

Me viene a la cabeza el discurso de Cantinflas en ‘Su excelencia’ (1967), que resonaba en la casa de la abuela un domingo por la tarde: «Estamos viviendo un momento histórico en que el hombre científica e intelectualmente es un gigante, pero moralmente es un pigmeo (…) Sin embargo, sé que a pesar de la insignificancia de mi país que no tiene poderío militar, ni político, ni económico ni mucho menos atómico, todos ustedes esperan con interés mis palabras ya que de mi voto depende el triunfo de los Verdes o de los Colorados».

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