El viento se levanta

Si tienes que volar, vuela; y si no tienes alas, construye un par. Hayao Miyazaki se despide del cine con un mensaje que atraviesa al espectador. A nosotros: ¿Y si ahora, justo ahora, justo cuando todo viene mal dado, cuando no hay esperanza, justo cuando el mundo se empeña en repetirte que esto es lo que hay, que estamos en crisis, que no puedes hacer lo que quieres hacer, es el momento exacto de hacer lo que naciste para hacer? ¿Y si la solución es buscar tu sitio real y no lo que dictan los cánones de la crisis?

El último mensaje de Hayao Miyazaki, ‘El viento se levanta’, es un viaje por las vocaciones que luchan por abrirse camino, a pesar de la realidad. Un niño obsesionado con la idea de volar. Volar y volar. Pero como sucedía en la poesía de Machado («Era un niño que soñaba / un caballo de cartón. / Abrió los ojos el niño / y el caballito no vio»), por más que abre los ojos, sus gafas de cristal ancho, fruto de una miopía irreversible, le impiden surcar los cielos. Hasta que una noche, soñando sus sueños insondables, se encuentra con Caproni, un diseñador italiano que le susurra un camino alternativo: crea tu propio avión.

La historia de ‘El viento se levanta’ es un precioso canto a la épica de los humildes; de los héroes forjados entre libros y trabajo duro que no claudican, que no desesperan, que no pierden la fe. Un guión adulto en el que es fácil sentirse interpelado –probablemente, el mismo Miyazaki se identifique con su protagonista–, para una película que es, además, un velado bofetón de optimismo para todos nosotros, las víctimas de un mundo en crisis que se creen incapacitadas por la adversidad económica.

La poesía se cumple en el fondo y, por supuesto, en la forma. El estudio Ghibli (‘El viaje de Chihiro’, ‘La princesa Mononoke’, ‘Mi vecino Totoro’…) construye una maravilla pictórica que no deja de latir, de respirar, de recrearse en ese universo carismático y artesanal al que siempre es un placer regresar, aunque solo fuera para escuchar su música.

Un verso de Paul Valery inspira la obra: «El viento se levanta, hay que intentar vivir». Estoy convencido de que, con el tiempo, la película de Miyazaki inspirará otra gran poesía.

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Cinco minutos de Cómo entrenar a tu dragón 2

‘Cómo entrenar a tu dragón’ fue una gratísima sorpresa para el cine de animación. Lo que aparentaba ser ‘una más’, terminó siendo una película formidable. A falta de ver cuánto hay de secuela y cuánto de marketing, Dreamworks comparte los cinco primeros minutos de ‘Cómo entrenar a tu dragón 2‘:

Cuerdas, el mejor corto de animación y un virus imparable

*ACTUALIZA: Los responsables del corto han lanzado el siguiente mensaje en su cuenta de Facebook: «Creemos que la gente que sube estas copias (del corto ‘Cuerdas’ a Youtube) y las comparte lo hace con la mejor intención, pero sabed que esto nos está perjudicando de cara a futuras selecciones en certámenes y festivales. «Muchos festivales exigen en sus bases que el cortometraje no esté publicado».

Mantenemos nuestra más sincera enhorabuena y esperaremos, hasta nueva orden, para volver a disfrutar de ‘Cuerdas’.

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Cuerdas‘ llegó a la gala de los Goya sin hacer mucho ruido, pero el discurso de Pedro Solís, su director, al recibir el Goya a mejor corto de animación, constató que se trata de una de las películas más emocionantes de la temporada. Este precioso alegato por la vida ha ido expandiéndose por Facebook y Twitter, sumando cada día más y más reproducciones en Youtube, hasta convertirse en un maravilloso e imparable virus.

Si no lo han visto aún, por favor, dediquen diez minutos a ‘Cuerdas’, emocionante relato que constata que todo, absolutamente todo, depende del cristal con el que se mire.

Buen trabajo, Pedro.

“Hija, gracias por inspirarme esta historia. Hijo, ojalá no me hubieras inspirado esta historia”.

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Los Simpsons viajan con Hayao Miyazaki

Los Simpsons y Hayao Miyazaki. Una suerte de crossover imposible que, sin embargo, resulta francamente estimulante. Las criaturas de Matt Groening siguen su carrera por honrar a otras grandes sagas. Y es un placer ver que los mundos de Totoro, Porco Rosso, Chihiro, Mononoke o El Castillo Ambulante no sean un extraño galimatías para los espectadores americanos. Es espectacular cómo, de un tiempo a esta parte, la animación japonesa ha ocupado en todo el mundo el lugar que se merecía.

En el episodio, titulado ‘Married to the Blob’, un dibujante de cómics sigue los consejos de Homer para conseguir quedar con una famosa escritora de mangas.

No sabemos el episodio completo, pero este fragmento es una genialidad. Ghibli, Miyazaki y Los Simpsons:

Get a Horse!, el corto de Frozen

Las películas de animación ‘made in USA’ no aciertan siempre. Tras una época dorada –el reinado de Pixar– donde todo era imaginación, esplendor y riesgo (‘Wall-e’, ‘Up’, ‘Buscando a Nemo’, ‘Los Increíbles’, ‘Ratatouille’, ‘Toy Story 3’, ‘Monsturos S.A.’), las ideas empiezan a flaquear y las salas se llenan de ‘quiero y no puedo’ como ‘Brave’, ‘Turbo’ o, por supuesto, ‘Frozen: El reino del Hielo’. Sin embargo, hay una cosa que no falla nunca. Siempre es un acierto, un logro de la creatividad: los cortos previos.

‘Get a Horse!’, la presentación del último trabajo de Disney (que debería haber protagonizado uno de los personajes más divertidos vistos en la animación, Olaf el muñeco de nieve), corre a cargo del mismísimo Mickey Mouse, que celebra sus 85 años así, como un chaval. La genialidad del asunto está en que durante los 6 o 7 minutos que dura el cortometraje, los artistas combinan imágenes y sonidos originales de los años 50 con las últimas técnicas de animación 3D, a todo color y en panorámico. Llegado el momento, Mickey rompe la pantalla en blanco y negro y ‘se cuela’ en una pantalla mucho más grande, preciosista y detallosa, desde la que puede vencer a su clásico enemigo Horace.

La sensación es parecida a la que producía la maravillosa entrada en ‘Dibulliwood’, en ‘¿Quién engañó a Roger Rabbit?’ (Robert Zemeckis, 1988). Y el mensaje, cifrado como una metáfora del cambio, funciona como una hermosa máquina del tiempo: adaptarse a la nueva era digital y aprovechar sus ventajas, sin olvidar el chispazo original que arranca, desde hace ya un siglo, el motor de la empatía. Curiosamente una idea muy opuesta a la película que precede, ‘Frozen’, todo un paso atrás a la época de las princesas desvalidas que deben ser rescatadas con un gesto de amor sincero… Sea como sea, ‘Get a Horse!’ merece la entrada.